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COPA DEL MUNDO: LA PEOR VERSIÓN DEL FÚTBOL


A muchos les puedo resultar antipático por mi desinterés para con la participación de la Selección Argentina en Brasil 2014 pero, quien como yo haya sufrido hasta las lágrimas por dos hechos ocurridos en los Mundiales de Fútbol, quizá me pueda entender.


Aunque he leído varias veces historias oscuras sucedidas desde Uruguay 1930 en adelante, hubo veces en que me sentí plenamente identificado con la selección y creí que, a pesar de los designios del poder, la hazaña sería posible.


En 1994 fue imposible no entusiasmarme viendo prepararse a Diego Armando Maradona como si él solo tuviera que salvar al planeta de un ataque extraterrestre, pero el fin de la historia fue el más cruel e impensado.


En 2006 volví a creer en la utopía, por un equipo que jugaba muy bien y, por sobre todo, por la presencia de mi otro gran ídolo: Juan Román Riquelme. Esta vez no fue el doping ni un mal arbitraje, fue algo muchísimo más sorpresivo y desilusionante. José Pekerman, que había elegido a Román como el eje de su equipo desde el mismo día en que Bielsa le dejó la posta, decidió sacarlo de la cancha faltando veinte minutos para que Argentina elimine al local Alemania y acceda a la semifinal. Sé que muchos a esta altura estarán cuestionando las condiciones de Riquelme, pero ese no es el caso. El caso es lo que significaba Riquelme para ese equipo según el propio Pekerman. Como si Bilardo hubiera decidido sacar a Maradona en la final del ’86 o si Sabella excluyera a Messi en una hipotética final contra Brasil, con el partido 1 a 0 y quedando media hora por jugar.

Esa imagen de Riquelme yéndose de la cancha fue como verlo a Maradona saliendo de la mano de aquella enfermera, y entonces ya no creí en nada que tuviera que ver con los Mundiales de Fútbol.


¿Puede ser casualidad que, desde Suecia ’58, cuando el negocio no era lo que fue después, ningún sudamericano se haya consagrado en Europa y viceversa?


¿Puede ser casualidad que en Inglaterra ’66 a Pelé lo hayan molido a patadas los búlgaros ante la pasividad del árbitro, o que en los Cuartod de Final a Alemania lo dirigiera un árbitro inglés y a Inglaterra uno alemán que expulsó a Rattín?


¿Puede ser casualidad que en la final de Italia ’90 el uruguayo-mexicano Codesal no haya visto una clara falta dentro del área alemana a Calderón y sí una muy discutida de Sensini a Voeller?


¿Puede ser casualidad que en el fin del mandato de Havelange, cuando muchos presentían que no dejaría la FIFA sin ver campeón a su selección, hayan excluido a Maradona y finalmente Brasil haya levantado la Copa en EEUU ’94?


¿Puede ser casualidad que Ronaldo, el auténtico, haya amanecido con convulsiones el día en que Brasil podía ganar un nuevo título ante el local Francia en el ’98?


¿De verdad creen que el ingreso de Cambiasso por Riquelme fue un cambio táctico que no le salió bien a Pekerman? ¿O que el cabezazo defensivo de Julio Cruz pudiera ser más importante que los contragolpes que podía aprovechar un joven Messi? ¿Por qué Pekerman nunca explicó la salida de Riquelme (y sé de alguien que se lo preguntó, pero no obtuvo respuesta alguna)? ¿Por qué un integrante de ese cuerpo técnico se enfureció cuando le hice esa pregunta?


¿Habrá tenido algo que ver la eliminación de Argentina en 2006 con la ayuda que recibió de parte de los árbitros en Sudáfrica 2010: primer partido, clarísima falta de Samuel en el gol de Heinze o contra Mexico, alevosa posición adelantada de Tévez en el gol?


Por todo esto, y muchas historias más, muy a mi pesar, han dejado de interesarme los Mundiales de Fútbol. No quiero desilusionarlos pero, si estas cosas han sucedido a la vista de todos, imagínense lo que se puede hacer siendo el dueño de un negocio que, solo por la Copa del Mundo, les deja a un montón de dirigentes acusados de numerosos hechos de corrupción la desmesurada suma de cuatro mil millones de dólares.


Ojalá que los hechos me demuestren que estoy equivocado, que los árbitros son seres humanos que se pueden equivocar y, por lo tanto, alguna vez pueden perjudicar al dueño de casa. Que no importa la situación social que atraviesa Brasil, ni que se tema por una catástrofe por un nuevo Maracanazo.


Si Brasil llegase a ser un justo campeón, bien merecido lo tendrá. Por algo es el país que más títulos ha logrado hasta el momento. Si Brasil llegara a ganar la Copa de una forma poco transparente (nunca sabemos cuál será la trampa), será una nueva mancha en la historia de los Mundiales. Si todo transcurriera con normalidad y la Copa quedase en otras manos que las brasileñas…. La verdad: me cuesta pensarlo.


CARLOS ABEL RIGGI


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