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Reportaje a: Vicente David García Ayala

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-Este es mi viejo, este es el Negro García Ayala… Con mi gran compinche de la infancia, el Negro Raúl Walter Castagno, comenzábamos a frecuentar el Club Defensores y él era mi guía cuando nos poníamos a mirar los cuadros de esos próceres que soñábamos imitar desde nuestros diez años. Fue suficiente escuchar ese doble apellido una sola vez, algo muy inusual para la época, para no olvidarlo nunca más.

El tiempo y la vida se fueron encargando de que nuestros caminos comenzaran a cruzarse. Poco tiempo después conocí a su hijo Enrique, en alguna canchita de Baby Fútbol, y a su hija Mariana, por tener mi misma edad, pero recién a los 19 años, cuando fui a Buenos Aires soñando ser periodista, tuve el primer contacto con él.


PRIMERA PARTE

Una tarde soleada de octubre de 2013 es el momento pautado para comenzar la primera entrevista de mi vuelta al periodismo escrito. El entrevistado no podía ser otro. Hace veinte años que los dos estamos esperando este momento.

De mi parte, el personaje elegido reúne todas las condiciones: Gran jugador de fútbol (no tuve la suerte de verlo, pero infinidad de testimonios, diarios y números lo avalan), locuaz, memorioso, con una gracia única, exitoso pintor en los últimos tiempos, hombre de mundo, y un montón de cosas más que los irán sorprendiendo tanto como a mí.

De su parte, más de una vez me lo ha reprochado: -Todos se jactan de las entrevistas que les has hecho, y yo, lo único que puedo decirles es: ¡Sí, parece que yo no he jugado al fútbol!

El lugar elegido, casualmente, es la casa de “Los Morán”, la madre de mi gran amigo Fernando, por quien lo conocí.

-¿Por dónde empezamos, Negro?

-Ah, no sé. Usted es el periodista.

No hace falta romper el hielo. Tenemos la suficiente confianza como para que me anime a preguntarle cualquier cosa:

-¿Es cierto que eras cagón, cuando jugabas?

-Mi forma de jugar para muchos era de cagón, de no querer meter la pata… Mirá, algún testigo debe quedar de lo que te voy a contar: Nosotros jugábamos muchos campeonatos de Papi Fútbol, en Gahan, Capitán Sarmiento… Conmigo jugaban los Indart, Federico Richard, el Flaco (Omar) Reposi, Hugo Trejo… ¡Le pegaban a todo el mundo, y te juro que yo no desentonaba! Metía casi como ellos… ¡Y arriesgabas la vida en esos partidos! Una vez, en la canchita de Defensores me partieron la pera de una patada por cabecear una pelota medio baja.

Si era para hacer un gol, no me importaba nada. Ahora, disputar una pelota afuera del área, con un tipo al que le veías la suela del zapato y le podías contar los tapones… Eso no era para mí.

Además, simultáneamente jugaba al básquet, de pivote… ¡Lo que se pegaba en el básquet! ¡Eran batallas campales! A un pivote lo mataban a palos… ¡Te bajaban manos que eran trompadas! Terminaba todo dolorido: cara, hombros, costillas… Me tenía que poner hielo después de cada partido.

Bueno, ya estamos en clima. Cada respuesta incluirá varios signos de exclamación. Así es el Negro: Pura pasión. En lo que hace y en lo que dice.

-Mirá, te traje unas fotos para que veas algunas de las cosas que hice.

Fotos de Baby Fútbol, de Defensores, de Sports, de básquet, pintando, ¡de árbitro de boxeo! ¡de baterista! En muchas está su gran amigo: Oscar “Polón” Chiari.

-¿Cómo nace la amistad con Polón?

-¿Cómo nos conocimos? Lo admitimos en nuestro equipo porque jugaba bárbaro. Apareció un día en el potrero del Malón (Suipacha y Belgrano, si la memoria no me falla).

Ahí jugábamos contra “El Alastrín”, que eran los chicos bien, del centro, “Rompehuesos”, que venían de atrás de la cancha de Compañía, “Barrio Central”, “Barraca Posse”… Eran partidos de barrio contra barrio y se juntaban más de trescientas personas a mirar, venían de todos los barrios.

Tendríamos ocho o nueve años cuando apareció Polón, que no era del barrio, y vimos que jugaba bárbaro. Me acuerdo que se armó una reunión para ver si lo admitíamos en el equipo o no. Pero, ¡cómo no lo íbamos a admitir, si era un fenómeno! Le decíamos Araña, porque parecía que tenía un montón de piernas. No se sabía cómo llevaba la pelota, la pisaba, la escondía…

Nos hicimos inseparables. Además, a los dos nos gustaba dibujar. A los 15 años abrimos nuestro primer negocio: Una agencia de publicidad, donde pintábamos carteles para los comercios.

-¿Cómo es que, siendo hincha de Defensores, empezás a jugar en Sports?

-Primero fuimos al Baby, yo a Sacahispas, un equipo que hizo Raúl Pillado, y Polón, por influencia de su tío Esteban, se fue a Sports, que también tenía equipo de Baby.

Después de ese Baby, con once años, nos fuimos a probar: Polón a Sports y yo a Defensores. Polón no sabía si lo iban a fichar o no. A mí, directamente, me dijeron que me dedicara a otra cosa. ¡Te podés imaginar cómo estaba! Como tantas veces en la vida, Polón salió en mi ayuda. Vení a Sports conmigo. ¿Pero a vos te van a fichar? No sé, me dijeron que me van a probar. Y bueno, fuimos. El técnico era Cacho Carballo y ni nos pusieron la primera vez. Hasta que un día jugamos pero no nos dijeron nada, ni sí, ni no. Empezó el campeonato y nosotros íbamos por las dudas, pero ni nos cambiábamos. Al año siguiente nos empezamos a cambiar, pero tampoco nos ponían. Hasta que un día entró Polón, de 8, como siempre, y después entré yo, de 7. Cuando nos pusieron juntos despertamos cierta admiración, porque jugábamos de memoria. Los dos sabíamos adonde estaba el otro sin mirar.

Hasta que me pasaron de 10. Cuando el 10 era el tipo que pensaba… el lugar más cómodo del mundo: ¡Ideal para mí! Si hubiera tenido que esforzarme, ¡yo no jugaba al fútbol!

Con Polón apostábamos chocolatines a ver quién hacía más goles. Después de los partidos íbamos al cine y el que había hecho menos goles le tenía que pagar al otro tantos chocolatines como goles había hecho

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-¿Cómo pasás a Defensores?

-Hubo un momento en que me di cuenta de que estaba creciendo, se hablaba de mí, salía en los diarios… Me puse a pensar que le estaba haciendo goles al club de mi viejo, que me iba a ver jugar en Sports. También empezó la presión de los dirigentes a mi padre: Don Elías, ¿Cómo su hijo va a estar en Sports? Y si de acá lo echaron. Bueno, pero eso fue cosa de Cacho, el Negro era un nene…

Cacho, era Cacho Berghella, el que me dijo que me dedicara a otra cosa… Con el tiempo nos acordábamos de eso con él y nos reíamos.

Me di cuenta de que lo estaba perjudicando a mi viejo y hablé con la gente de Sports. ¡Ellos se portaron tan fantásticamente…! Entendieron enseguida la situación y mi viejo, cuando le conté, tenía una sonrisa de oreja a oreja.

Me acuerdo de algo que me dijo Apolinario Alarcón, un señor que trabajaba con las inferiores de Sports: No te hagas problema, andá tranquilo, acá te vamos a esperar con los brazos abiertos.

En Defensores jugué un par de partidos en Quinta y me querían subir a Primera, pero tenía el problema de que era muy flaco… pesaba 56 kilos.

Había un señor que hacía las veces de físicoterapeuta que habló con mi madre para hacerme engordar: ¿A qué hora se levanta su hijo, a las 8? Bueno, usted levántelo a las 6, le da dos costeletas y un vaso grande con 2 yemas de huevo y malta batida.

Así que me engordaron, como a los chanchos.

Yo trabajaba en La Florida como ayudante de vidrierista, trabajo pesado, como siempre, jeje, así que engordar no me costó mucho… Bueno, tampoco tanto, subí 3 kilos, jugué algunos partidos en Cuarta, y el Negro Britos se lesiona la rodilla y me ponen en Primera.

-¿Qué recordás del debut?

-Todos los domingos iba al hotel adonde comían Pedemonte, De la Colina… a verlos comer, a estar con ellos… Era tanta la devoción por los jugadores… Pese a que estaba cerca de jugar con ellos.

Estos me llamaban “Hachi calore”. Me siento al lado de Paco y le digo: ¿Sabés que hoy voy a jugar en Primera? ¡Se empezó a reír de una forma! Empezó a los gritos, le decía a De la Colina: Negro, ¿sabés quién va a jugar en Primera? ¡Hachi calore! JAAJAA. Se mataban de la risa.

Como jugábamos en Inés Indart, fuimos en micro. Me siento, empiezan a subir todos y nadie se sentaba conmigo… Esto empieza muy mal, pensé. Pero parece ser que estaba programado… Se sienta a mi lado Ángel López, Vicepresidente del club, gallego él, padre de todos los López que jugaban conmigo en el potrero: Coco, Chichino, Quito… Y comienza a arengarme, a hablarme de la gloria que era jugar en Defensores, del orgullo que tenía que sentir de jugar en la Primera, así todo el trayecto. Y yo, que estaba muy tranquilo, ¡me agarré un cagazo! ¡Pero tan grande, que no tocaba la pelota ni que me la regalaran! Si cuando terminó el partido me decían: Tomá la pelota, tampoco la agarraba. ¡Una cosa de locos! Tenía 16 años, y en esa época era muy difícil que un mocoso jugara en Primera. Perdimos 3 a 1 con Social. Según los entendidos, había jugado regular, pero yo sabía que peor no podía jugar.

Por suerte, al año siguiente se jugó un preparación donde anduve bien, entonces no trajeron a nadie en ese puesto y quedé de 10.

-¿Cómo era Paco (Francisco Pedemonte) como jugador?

-Mirá: De chico iba a la cancha y después trataba de imitar lo que había visto… Quería parar la pelota como (Osvaldo) Touza… cabecear como Paco... Touza paraba la pelota como si tuviera un paraguas. Ponía la punta del pie y la pelota se deslizaba para donde él quería. Lo mismo con el pecho. Paco saltaba como un bailarín de ballet y cabeceaba con los dos parietales y con la frente a la perfección, y con una fuerza que parecía una patada. ¡Era una exquisitez verlos! ¡En la cancha se oía un murmullo de asombro cada vez que Touza paraba la pelota con el pecho o saltaba Paco!

Te cuento una anécdota de Paco: Habíamos salido campeones y nos invitaron a jugar con Douglas. Paco se había traído una bata con los colores de Chacarita y se le había puesto que iba a entrar a la cancha con la bata arriba de la camiseta. Era un partido amistoso, todo muy distendido, pero el Cholo González le decía que de ninguna manera iba a entrar con eso, que era una falta de respeto. Paco, con su particular manera de hablar le decía: Quedáte tranquilo, Cholo, no pasa nada. Yo los manejo.

La cosa es que Paco se confabuló con alguien para que lo espere en el túnel con la bata y salió así a la cancha. Paco era amanerado en sus movimientos, pero bien hombre, eh. ¡Cuando salió a la cancha! ¡Le gritaban de los cuatro costados! ¡Lo más suave que le gritaron fue maricón!

Empieza el partido y Paco me da la pelota, lo miro al Negro Toriano que pica por la punta y se la tiro larga, como veo que el Negro va a llegar, corro para el área a esperar el centro. La pelota venía derecho a mi cabeza, para darle con el parietal, ya que me venía de costado, y de pronto veo que algo me pasa por el costado como una luz…. Era Paco, que venía en el aire, como a tres metros de altura, con las piernas encogidas, y le mete un frentazo descomunal. La pelota rebotó en el parante y salió. Se fue para donde estaba la hinchada más ruidosa de Douglas a festejarlo… ¡La gente lo ovacionaba! ¡En el entretiempo iban al vestuario a pedirle autógrafos! –Vissste como los convencí a todos, decía Paco. ¡Qué pedazo de gol! ¡Cabeceando era La Perfección!

Y pensar que estuve peleado con Paco más de un año…

-¿Por qué?

-Yo era muy chico, recién empezaba… Paco maltrató a un compañero en el vestuario porque no jugaba como el quería. Lo trató tan mal que yo salí en su defensa… ¡Para qué! Lo tuvieron que agarrar, sino me caga a trompadas. Imagináte, ¡él era un hombre y yo un mocoso! Estuvimos más de un año sin hablarnos. Eso sí: nos pasábamos la pelota y festejábamos si el otro hacía un gol, pero nada más. Hasta que nos reconciliamos en una cena… Una lástima…

-¿En Defensores se prefería a los jugadores metedores?

-¡Nooo! Había jugadores que metían, como Procaccitto, Domenjó, Recchio, que le pegaban hasta a los milicos que pasaban cerca…

-¿Tuco (Luinor Cianciarullo)?

-No, Tuco era todo pulmón. Metía, pero lo de él era puro despliegue físico. Era impresionante verlo correr.

Como te decía, había jugadores que metían, pero también estaba el Ronco Manzanares, que era una delicia verlo jugar, y a la hora de traer, se traía a Pedemonte, a De la Colina, un jugador sensacional, demasiado gambeteador para mi gusto pero con una habilidad impresionante, a Gutiérrez, un cinco excelso con la pelota. De una calidad tan grande… ¡Tenía clase hasta para correr! También estaba Raúl (Castagno), que era un tanque, te pasaba por arriba, un jugador con un corazón impresionante. Yo los admiraba. He jugado para que Raúl hiciera goles. Si me contaran las asistencias estaría entre los primeros, sin ninguna duda. Yo jugaba de 9 y hacía goles porque no tenía otro remedio, pero siempre los que jugaron a mi lado hicieron muchos goles…

-Tengo entendido que tuviste una relación difícil con la gente de Defensores…

-Había gente que no creía que yo jugaba en Defensores por decisión propia. Pensaba que lo hacía por obligación. Un poco ayudaba que, como ya vivía al lado del Club Sports, iba más ahí que a Defensores, pero nada más ajeno a la realidad. ¡Fui y seguiré siendo hincha de Defensores, eso que quede bien claro!

Hay algo que el hincha de Defensores nunca supo y muchos que ya no están no lo van a saber: Yo perdía un partido y se me caían las lágrimas de impotencia… ¡He lloraaado por Defensores!

La mitad me bancaba y la otra mitad me hacía notar que no era de su agrado mi forma de jugar, y quizás tenían razón.

Yo jugaba como se juega hoy… Jugaba un fútbol distinto para aquella época, sin saber que con el tiempo se iba a jugar así: Tocaba la pelota una sola vez e iba a buscar el pase. No me gustaba trasladar la pelota. Polón me decía: Tenés que hacer como yo, gambetar a todos los que puedas… Y era cierto: Polón si quería los gambetaba a todos. Yo gambeteaba cuando no había más remedio, pero gambeteaba en base a velocidad, en cambio Polón la pisaba, la traía, la llevaba…

Seguramente si hoy me encuentro con alguien de aquella época, me diría: ¿quién iba a decir que al fútbol se iba a jugar así, como jugabas vos?

¿Cómo no voy a ser de Defensores si nací ahí? ¡Si Defensores nació en mi casa! ¡Mi viejo fue más de veinte años tesorero del club! ¡Había tres listas en el club y mi viejo era el tesorero de las tres listas!

Pero Defensores ha sido ingrato con mi viejo, en no recordarlo como se merecería. ¡Mi viejo, siendo tesorero, me negó un par de zapatos (botines)!

-¿Cómo fue eso?

-Cuando empecé a jugar en primera tenía sabañones en los pies y los zapatos que nos daban, que tenían unos cuantos años, eran un tortura para mí: ¡Eran durísimos! ¡Había que ablandarlos a martillazos!

Justo habían salido los Sportlandia, y me ilusioné con que el club me los comprara. Hablé con mi viejo, que era el tesorero, y él me dijo que se los pida a los dirigentes, que él no lo podía decidir. Así que tuve que ir a una reunión a exponer mi problema. Recuerdo que estaban “Talo” Scagnetti, un señor Monaldi, que fabricaba escobas, mi viejo… Me escucharon, se miraron entre ellos y dejaron que decida mi viejo, que era el que manejaba el dinero del club. ¿Qué dijo mi viejo? No señor, él tiene que jugar con los botines que juegan todos. ¡No lo podía creer! Los otros le decían que el gasto no era tanto, pero él se mantuvo firme. Me fui a mi casa con toda la bronca. Cuando llegué, mi madre se dio cuenta de que algo me pasaba, entonces le dije: Voy a matar a mi viejo. Lo voy a esperar hasta que llegue y lo voy a matar. Como a la una de la mañana llegó mi viejo. Entonces le pedí explicaciones por lo que había hecho, con la peor cara de perro. –Mire, hijo: Si yo le compro los botines, estoy dando una muestra de favoritismo que no corresponde. Usted ya ha sido muy atrevido poniéndome en esta situación. ¡Me hizo sentir una mieeerda! Al otro día me fui a trabajar a La Florida, volví al mediodía y no nos hablamos en la comida. A la noche, cuando llegué a casa, mi vieja, señalando un paquete, me dice: Tu papá te dejó algo. Cuando lo vi, imaginé que eran los botines, pero hasta que abrí la caja no tuve la certeza. ¡Sí, eran los Sportlandia! ¡Me los había comprado mi viejo con su plata! ¡Cuánta razón tenía! Pobre viejo… Era un castellano muy recto y con la plata, ni hablar.

Un día entro al club y de una mesa me llaman: ¿Sabés lo que hizo tu viejo? Estaban construyendo la pista y la cancha de bochas, y habían comprado tres mil o cuatro mil ladrillos… ¡Mi viejo los había contado uno por uno! Se dio cuenta de que faltaban ciento cincuenta y se los hizo traer al que los había vendido.

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-¿Cómo te vas a Sports?

-Uhhh. En el 62, faltando tres o cuatro fechas para que termine el campeonato, no estábamos jugando bien, pero íbamos primeros y con muchas posibilidades de salir campeones. Era el capitán del equipo. Llegué el domingo con el bolso al club y cuando miro el pizarrón, no estaba en la formación. Todavía me parece ver las caras de los demás mirándome, a ver qué hacía. Pegué media vuelta y me fui a mi casa… ¡Con una vergüenza y una tristeza! Me dolió tremendamente que nadie me lo hubiera comunicado y enterarme por una pizarra.

Esto no va más, pensé. Yo no era el único que estaba jugando mal, pero el Perro (Juan Manuel) Pecotche, el técnico en ese momento, decidió sacarme.

Ese mismo domingo por la noche vino a buscarme un señor Peretti, presidente de Isleño, para jugar en la Liga Independiente. Hice algo que nunca había hecho: Pedí dinero para jugar… y me lo dieron. Al domingo siguiente jugué para Isleño (no me preguntes cómo jugué porque no me acuerdo) y Defensores empató su partido y quedó comprometido. Entonces me vinieron a buscar: Ningún problema, pero el Presidente de Isleño me adelantó dinero y hay que devolvérselo. Le devolvieron el dinero y yo tuve que explicarle a este buen señor que no podía decir que no, que Defensores era mi club y no me podía negar. Por suerte entendió.

Jugué esos últimos partidos y salimos campeones, pero la herida quedó abierta.

Hablé con mi viejo y le dije que me iba de Defensores, que no podía ser que con 24 años estuviera terminado para el fútbol. ¡Usted qué opina? Y… no estuvieron bien con vos. Haga lo que le parezca. Si mi viejo se hubiera opuesto, me hubiera quedado, ¡eso seguro!

Enseguida se enteró la gente de Sports y se empezaron a mover para llevarme. Pero no iba a ser fácil. Hasta los 28 años era jugador de Defensores, así que, la única posibilidad era que compraran el pase.

Fueron tres reuniones tumultuosas, con el Ñato (Desiderio) Grosso dispuesto a pagar lo que fuera. En la primera reunión le pidieron cuarenta mil pesos… ¡Era una cifra escandalosa! Pero el Ñato les dijo que sí. Quiso hacer el cheque ahí nomás, pero le dijeron que esperara. Que lo iban a pensar mejor. Al otro día, además del dinero, le pidieron cuatro jugadores: Dos pibes que ya jugaban en Primera, el Lechón Allega y Farol Abal, y dos pibes más jóvenes, creo que eran Federico Richard y un tal Marchetto. El Ñato viene al auto donde esperábamos con Carranza y nos cuenta. Había que decidirlo con los demás dirigentes.

Mientras tanto, en Defensores aparecieron cartas firmadas por varios socios pidiendo que no me dejen ir (alguna guardo todavía). Eso, dentro de todo, fue reconfortante para mí. Como estaban los que me resistían, también estaban los que me querían… ¡Y mucho! Se convulsionó el club, pero ganó la postura de venderme y al tercer día se hizo el pase.

Viendo la fortuna que Sports había puesto por mí, le dije al Ñato: Yo no les voy a cobrar un centavo. Vengo acá porque me echaron de un lugar donde dicen que ya no sirvo, así que no sé cómo voy a rendir.

-¿Pero qué duda tenés? Acá vas a jugar al lado de Polón, entre los dos se van a hacer una fiesta. Polón tenía una alegría bárbara y yo también por volver a jugar con él, con Mundo Bravo, Pintos, un extremo maravilloso… ¡Teníamos una delantera! Salimos segundos, pero lejos de Compañía, y al año siguiente lo mismo. Entonces el Ñato dijo: -Vamos a hacer una revolución.

Como faltaba un marcador central, para un amistoso trae a (Ricardo) Beccaría, al que acompaña Hugo (Lobbe) y, ya que estaba, también juega ¡y le hace 5 goles a Compañía!

He visto gente pegarle fuerte a la pelota: Pedro Castagno, con el que llegué a jugar un par de partidos. Era un salvaje pegándole a la pelota, el Patón Franco quizá fue el que más fuerte pateó, el Gilero Lescano tenía un misil, pero Hugo además de pegarle fuerte tenía una gran puntería. Además le pegaba con las dos piernas… Los goles de él han sido siempre impresionantes, de 30 o 40 metros. Y pateaba al arco de cualquier posición, en eso era como Raúl (Castagno)… Si le habré dicho veces a Raúl: Vos no podés patear al arco desde ahí, nunca vas a meter un gol. Pero ellos igual pateaban, y por ahí tenían suerte, el arquero daba rebote… o lo metían con pelota y todo. El arco era su obsesión.

Recuerdo que una vez Raúl pateó al arco casi desde la línea de fondo, la pelota venía paralela al arco y a mí se me ocurrió ponerle la cabeza… ¡No sé cómo me quedó la cabeza en su lugar! Me tuve que tocar para ver si la tenía. Llevé la marca del casco una semana en la frente. Sí, fue gol, si estaba a medio metro del arco. Menos mal, porque si lo yerro, encima me matan.

Ahora, no esperes que Hugo te dé un pase… Había que mandarle una carta documento para que largara la pelota.¡Se reííía cada vez que hacía un gol! Yo le decía que se cuidara, que se lo iban a tomar mal, pero él se reía a carcajadas. Una vez en Chacabuco se enojaron mucho.

Contra Compañía, le pegó al arco tan fuerte ¡que el arquero se agachó!

-Siempre te he escuchado elogiar a Coco (Alberto Monteros)…

-Así como admiré a Raúl por cómo metía, admiré el coraje de Coco Monteros. Por su tremenda capacidad para ir a poner la ceja entre un montón de botines. Él tenía un coraje que yo no tenía. Me despejaba el camino barriendo defensores y yo tenía que empujarla o dársela a Hugo para que fusile al arquero.

-¿Cómo era ese Sports? N de la R: Campeón 3 años consecutivos con el récord de 42 partidos sin perder.

-Fue un equipo que jugó maravillosamente bien, donde cada uno sabía lo que tenía que hacer y lo hacía muy bien.

Era un grupo muy lindo, muy unido, porque los muchachos que vinieron de Buenos Aires eran excelentes personas, siempre de buen humor. Y de los muchachos de acá no había ningún tipo de envidia… Empezaba el campeonato y ya se sabía cómo iba a formar el equipo todo el campeonato. Había pequeñas sociedades que funcionaban a la perfección: Ricardo (Beccaría) y Chingolo (Jorge Galli), Santiaguito (Santiago Grossi) y Beto (Alberto Alfaro), Hugo (Lobbe) y yo…Y también Buby (Héctor Gizzi), (Juan Pedro) Boyler, que era un muro…

Les ganamos a las Terceras de Racing y de Chacarita…

Salvando las distancias, tenía algo del Barcelona: Distraía por un lado y terminaba la jugada por el otro.

Los detalles técnicos los resolvíamos entre nosotros en el entretiempo: Cada uno aportaba ideas de acuerdo a los puntos fuertes y débiles del rival…

-¿Practicaban en la semana?

-Los de Buenos Aires allá y los demás acá. Yo, no. La única época en que practiqué más fue cuando empezaba a jugar en Primera.

Sports tenía luz y nosotros no. Practicábamos con el poco reflejo que nos llegaba pero, cuando ellos terminaban, nos llamaban, saltábamos el tejido y nos mezclábamos con ellos… Primeras, Reservas, Cuartas… Éramos 50 contra 50, más o menos. El espectáculo más lindo era ver a Mundo (Edmundo Bravo) gambeteándolos a todos, a los compañeros y a los rivales. Lo corrían todos y no le podían sacar la pelota, le tiraban patadas, lo empujaban… Hasta que se cansaba y se tiraba al piso y levantaba las piernas. Ese era su entrenamiento. ¡Qué virtuoso! Estaba a la altura del Ñato… de cualquier otro.

-¿Tenían cábalas?

-En Sports la cábala era que nadie podía entrar al vestuario hasta que no entraba el Negro Boyler. El Negro entraba, tiraba el bolso y gritaba: ¡Viva Perón, Carajo! Ese era nuestro grito de guerra.

-¿Qué sentiste cuando le hiciste el primer gol a Defensores?

-Tenía muchas ganas de hacerle goles a Defensores… Me sentí muy maltratado. Claro que lo grité. Era una revancha para mí. Hacían cola para putearme… Defensores vivió echándome. Me echaron de chico y de grande, y cuando uno es hincha de un equipo esas cosas duelen mucho.

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Van más de tres horas de charla. El sol comienza a esconderse y el Negro, como cada vez que viene a Salto, tiene una agenda cargada: Esta vez, además de visitar a los amigos, tiene que dar una charla sobre pintura en una escuela.

-Bueno, Carlitos… Tenés como para empezar.

-Sí, solamente para empezar…


SEGUNDA PARTE

El Negro es un tipo que se adapta a lo que venga y, aunque no es muy amigo de la tecnología, Facebook hace que tengamos un contacto más asiduo.

-Negro: Tenemos que juntarnos para seguir con la entrevista.

-Prepará el asado, que el lunes al mediodía estoy en Salto.

Les dije que la vida se había encargado de entrecruzar nuestros caminos… Primero fue una gran amistad en común, al poco tiempo resultó ser el padrino del hermano de una novia, y hoy, ya es casi omnipresente en mi vida.

Con mi esposa se habían visto en alguna oportunidad, pero nunca se había ahondado en detalles. Con un muy claro acento español le pregunta de que familia es: -¿Hija de Huber Canals? ¡Pero no te puedo creer! ¡Huber fue mi gran amigo de la infancia! ¡Fuimos inseparables hasta los 13 o 14 años!

Bueno, ya casi somos de la familia.

-¿Y cómo fue esa infancia, Negro?

-Tan hermosa, pero ¡taaan hermosa! ¡Tan simple era la vida! Nos hacíamos autitos con lata o con barro, invitaba a un amigo que traía sus autos y hacíamos pistas, estaciones de servicio… Claro, no había play station, ni televisión, casi ni radio había… Hacíamos barriletes, salíamos a cazar pájaros, que ha sido mi gran mancha… Nunca me voy a terminar de arrepentir de lo que hemos hecho con los pájaros. A veces se lo digo a Polón, con el que éramos grandes depredadores… Salíamos y volvíamos con cuarenta pájaros cada uno… Me arrepiento tanto que no sé cómo enmendar eso. Ya de grande tenía perros de caza y me gustaba cazar, pero en un momento me di cuenta de lo que había hecho de chico y nunca más maté un animal.

Y fútbol, ¡mucho fútbol! Jugábamos en el último foco de la calle Suipacha, ahí estaban el almacén de ramos generales de mi padre y mi casa. Después venían la vía y la zona de quintas. Unos colchones de tierra de diez centímetros, una pelota de trapo arrollado… No había nada peor que un estúpido pisara la pelota, porque la ovalaba… Ese era el tonto del equipo. Para mí el partido terminaba cuando me llamaba mi vieja, diez u once de la noche. ¡Parecíamos ladrillos de la tierra que llevábamos!

Los sábados hacíamos carreras por el pueblo…

¡Los carnavales! ¿Sabés lo que eran los carnavales en esa época?

Con Huber, “El Hubita” para la familia, nos tirábamos en una zanja, a ver cómo jugaban al carnaval… Llegaban los mozos (muchachos) bien ataviados y a caballo, ya desde la mañana… Era un lujo verlos. Nosotros no nos perdíamos nada, nos escondíamos entre la manzanilla (todavía siento el olor) para que no nos vieran, porque sino nos sacaban. La cosa era así: Unos 10 mozos se paraban en una esquina y tenían que cruzar la cuadra al galope, en el medio estaban las chicas Machado, con latas de aceite convertidas en balde… Ganaba el mozo que no se dejaba mojar después de 4 o 5 horas. Ese tenía derecho a venir hasta donde estaban las chicas, elegir a una, subirla al caballo y pasearla… Y todos los vecinos aplaudían.

Cuando teníamos 13 o 14 años nos íbamos al centro a la noche y esperábamos a que se tirara la bomba. A las 12 de la noche los bomberos tiraban una bomba y empezaba el carnaval de agua. Si te agarraba en la calle, te bañaban… Piedra libre. Era una lluvia de baldazos, mangueras…

Los sábados y domingos nos poníamos el traje, primero con pantalón corto, después con el largo… Mi viejo me daba 75 centavos, con eso me alcanzaba para la matiné, tomar un capuchino y unas porciones de pizza… y a la ronda. La ronda era ir a dar vueltas a la plaza a saludar chicas. Los varones daban vueltas como las agujas del reloj, y las mujeres al revés, para cruzarse…

-¿Y la escuela?

-Prácticamente no estudiaba, me la pasaba haciendo dibujos en los pizarrones de todos los grados… La pasaba bárbaro. Los más grandes le pedían permiso a las maestras para que les hiciera las cartulinas… Así me hice, también: ¡un pésimo alumno!

-¿Dónde nace El Malón?

-No le pusieron así porque fuéramos bonitos, eh. Éramos casi indios. Cuando venía la barra del Malón, veinte o veinticinco chicos de diez a dieciséis años, la gente cerraba las puertas y las ventanas de la casas. Porque, a alguno se le escapaba una piedra… Huber y yo éramos de los más recatados, eh.

Cuando tenía diez años nos mudamos unas cuadras, siempre sobre Suipacha, pero entre 25 de Mayo y Mitre.

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-¿Cuándo empezás a ir a la cancha?

-Creo que siempre fui a la cancha, desde muy chiquito. Me acuerdo de Lay, del Negro Caggiano, que se arremangaba el pullover que usaban los arqueros en aquella época… Yo lo imitaba, porque quería ser arquero de chico. Los Codino (José y Antonio), “el Busca” (Juan) Beretervide, que era el ídolo de mi papá…

-¿Cómo era el Busca?

-¡Era un busca! Nunca mejor puesto un sobrenombre. Hoy dirían que es un oportunista. El se la rebuscaba en el área, siempre estaba listo para meterla… Aunque era insider, el recuerdo que tengo es verlo como centrodelantero.

Iba a ver al Chino (Guillermo Cepeda), que estaba en el final de su carrera y jugaba en la Segunda. Iba porque era mi maestro…

-¿Por qué era tu maestro?

-Porque él me enseñó a jugar al fútbol en la puerta de mi casa. Mi padre le alquilaba el local donde el Chino tenía la sastrería. El me veía todo el día con la pelota y dos por tres me decía: No, Nego (el me decía así). Así, no.

Bueno, ¿por qué no me enseña? Entonces me fue enseñando a pisar la pelota, a pararla… me sacó un fútbol que tenía y me dijo: No, Nego, con esa no. Y me dio una Pulpo. Una pelotita de goma que era imposible de dominar… -Cuando aprenda a dominar esa, vamos a pasar a la otra. Y estaba horas tratando de dominarla.

La máxima del Chino fue: ¿En serio quiere aprender a jugar al fútbol, Nego? Si, Chino. Bueno, no se olvide nunca de esto: Al fútbol se juega: Primero de todo, con la cabeza, segundo con el corazón y, si no hay más remedio, con los pies. ¿Cómo te vas a olvidar de eso? ¡Si te olvidás eso es porque sos un estúpido, porque no entendiste nada de nada, ni del fútbol, ni de la vida!

También me enseñó a cabecear: -Usted para cabecear tiene que hacer como si saludara a una dama: Buenas tardes señorita, buenas noches señorita… Haciendo la cabeza para abajo. ¡Qué fenómeno el Chino! ¡Se las sabía todas! ¡Una picardía…!

Te cuento una anécdota… ¿Hay tiempo?

-Todo el que quieras.

-Jugaban las Segundas de Gahan y Compañía, en Gahan: Penal para Compañía. Para los de Gahan no había sido y no había forma de que se pateara…En el arco estaba Sbrollini, grande como esta mesa y más bueno que Lassie atado, pero de esos tipos que cuando se enojan no los parás con nada. El Chino se acerca a Sbrollini y le dice: Carlitos, mirá, vamos a arreglar esto: Si nosotros empatamos, tenemos la posibilidad de definir el campeonato en la última fecha en nuestra cancha… Así que vamos a terminar con este escándalo… Vos calmá a los tuyos, que yo me encargo de los míos. Yo le voy a decir a Morterito (Humberto Ainora) que te la tire a las manos, terminamos empatados y chau. -Bueno, bueno… Entonces Sbrollini convenció a los suyos, que no querían saber nada, y se puso en el arco.

A Mortero Ainora no le decían así porque sí: tenía dos bazucas en los pies… La pelota le pasó a diez centímetros de la cabeza como una luz, y la cara de Sbrollini se fue transformando: ¡¡¡¡Chino!!!! Y salió a buscarlo. ¡Qué, el Chino se había encerrado en el colectivo y había como diez haciéndole guardia! Lo quería matar…

El Chino era sensacional. Una vez, contra Sports, tiran un córner y le baja los pantalones al arquero, ¡imagináte la vergüenza del pobre tipo! Mientras se acomodaba el pantalón le metieron el gol.

-No sé si sabés que hay una historia del Chino pateando un penal afuera a propósito, que Antonio Dal Masetto hizo cuento…

-¿Antonio? Con Antonio compartimos muchísimos momentos en la niñez. El había llegado de Italia y vivía al lado de mi casa… Como a los dos nos gustaba dibujar, nos pasábamos horas dibujando cosas de la guerra: Soldados, tanques… Él la había vivido en carne propia. Hace un tiempo nos encontramos en una confitería y estuvimos ¡nueve horas! recordando viejos tiempos.

¡No te voy a creer! pienso para mis adentros. Pero volvamos al fútbol. Ya no quedan muchos testigos de aquellos tiempos cargados de nombres ilustres, y menos aún con la capacidad de análisis del Negro.

-Viste y enfrentaste a Zago y Perrone…

-(Héctor “Tuco”) Perrone era un goleador neto, con una zurda bárbara, pero no le pidas que use la derecha. En cambio (Jorge) Zago era un jugador superinteligente…

-Me lo imagino como Zidane.

-¡Exactamente! Has dado en el clavo. Era un tipo que sabía leer los partidos y los tiempos… como Iniesta. Algo muy parecido a Santiago Grossi. ¿No lo viste jugar a Santiaguito? ¡No sabes lo que te has perdido!

-¿Mangini (Aldo, arquero de Centro Recreativo y de Sports Salto)?

-Cada vez que jugaba contra Sports, jugaba dos partidos: contra Sports y contra el grupo de Defensores que me tildaba de hincha de Sports, por mi pasado en las inferiores.

Para colmo en Sports atajaba el Gringo Mangini: Un fenómeno al que no le podía hacer un gol. Una vez le tiré una pelota por arriba, una vaselina. La pelota iba en el aire y yo pensaba: esta vez sí, esta vez no puede llegar… ¡Voló para atrás de una forma que no se puede expresar en palabras y la cacheteó por arriba del travesaño! Quedé como la mayoría de los jugadores de ahora, que tienen la costumbre de agarrarse la cabeza cada vez que el arquero les saca una pelota. Estábamos esperando el corner y el Gringo se me acercó, me tocó la cabeza y me dijo: -Ya va a venir pibe, ya va a venir. No se desanime.

¡Qué tipo noble! Lo quiero mucho al Gringo. Recién le pude hacer un gol, desgraciadamente para mí, en un amistoso. Un lindo gol: Venía en velocidad, amagué tirársela por un costado, él se creyó el amago y entré derecho al arco. Hice el gol y fui derecho a saludarlo.

-¿Qué clase de jugador era (Alberto) Beto Alfaro? (Campeón con Defensores, Sports y Compañía).

-Lo conocí jugando un Nocturno en Arrecifes. Yo jugaba para San Francisco: Éramos Polón, yo y todos los demás de la selección de Pergamino. Beto jugaba para Villa Sanguinetti. La primera pelota que tocó Polón, Beto le metió una patada que lo levantó un metro y medio… Polón me decía: -Me va a matar este h de p. Ese día Beto se comió la cancha. Cuando terminó el partido le digo a Polón: Voy a hablar con Alfaro. ¿Qué, lo vas a putear? No, me lo voy a llevar a Defensores. Fuimos con Obdulio Silva a preguntarle si quería venir. -Sí, ningún problema… ¿Lo puedo llevar a “Carola”?

-¿Quién es Carola? Me pregunta Obdulio.

Un central bárbaro que juega con él, le digo.

-Sí, por supuesto. Veníte con Carola.

Beto desde el primer partido se metió a la gente en el bolsillo. A Carola (Juan José Martínez) le costó un poco más. El segundo año ya fue extraordinario.

Beto era mi referencia. Cuando perdíamos la pelota y venía el contragolpe, miraba dónde estaba parado él. Ese era mi problema, no quién llevara la pelota. Si Alberto estaba bien parado, ya sabía cómo iba a terminar la jugada. Él resolvía todo. ¡Qué buen jugador! ¡Qué gran tipo! ¡Una conducta ejemplar!

-¿Y los defensores?

-¿Cuáles?

-Los que admiraste por su forma de jugar.

-Ah, bueno. Entonces tengo una referencia, porque si no te puedo nombrar a algunos que jugaban con una trampa de oso… Me acuerdo de Casalongue, el que jugaba en Gahan, me tiró una patada que me agaché y me pasó por arriba de la cabeza. ¡No lo podía creer!

Después, como admirar, había un zaguero en Compañía… “Pichica” (Julio Enrique) Andrade. Maravilloso jugador. Un tiempista. No necesitaba pegarte. A mi me quitaba la pelota con una facilidad… El Gallego (Héctor) Fernández, un central de Defensores, muy bajito, pero saltaaaba… Ricardo Beccaría: Excelente.

-¿“Chingolo” (Jorge Galli)?

-En aquella época marcaba punta, porque estaba Beccaría. Hoy podría jugar de cualquier cosa. Era un excelentísimo jugador.

-Viste crecer al Loco (Osvaldo) Gutiérrez, al Negro (Juan Roberto) Zapata, a “Pirincho” (Juan Carlos Vincello), al “Mosca” (Orlando Marchese)…

-Osvaldo jugaba conmigo en todos los torneos comerciales… Nos cansamos de ganar campeonatos. El equipo se llamaba “Los muertos que caminan”. Un jugador bárbaro, pero loco. Al Negro lo he ido a ver cuando jugaba un Buenos Aires… Pirincho, ¡que jugador excepcional! Me maravilló la primera vez que lo vi. Si iba alguna vez a ver a Defensores era para verlo a él y para alegrarme con el Mosca.

Siendo técnico de Sports, llegué a programar un partido para que la pelota no pase por la zona de Pirincho.

-¿Cómo fue esa experiencia de Técnico?

-Fue en el ’75. En Berdier había un pibe que recién empezaba (Oscar “Cacho” Castillo) y lo quise traer a Sports. Los dirigentes me dijeron que no, que estaba loco. -¿Cómo vas a traer un jugador de Berdier pudiendo traer un jugador mejor?

Quería armar un equipo con jugadores de Salto, pensaba que el secreto era un buen entrenamiento, pero tanto me insistieron, que lo traje a Van Dick, que estaba jugando en la zona de Rojas. Nos dio buenos resultados… Faltaban 3 o 4 fechas para terminar y estábamos a 1 punto del primero, y renuncié. Estaba harto de que me quisieran imponer jugadores. Había dirigentes que, porque tenían plata, pensaban que sabían de fútbol.

Podría haber sido un buen técnico, eh. Creo que sabía transmitir lo que quería.

-¿Cuándo se produce el cambio? ¿Por qué imagino que empezaste en un fútbol más ofensivo que el que jugaste al final de tu carrera?

-Mirá: Dos centrales jugaron siempre, marcadores de punta hubo toda la vida… Eso de uno, dos, tres, cinco es una mentira. Era un cuatro, dos, cuatro. Algunos equipos jugaban con el insider derecho retrasado y en otros el que ayudaba al 5, era el izquierdo.

Después se inventó el wing ventilador, un wing que bajaba al medio a colaborar. En Defensores era la Bruja Hernández… ¡Qué espectáculo era la Bruja! Iba a la cancha corriendo, corría por todos nosotros y volvía de la cancha corriendo a bañarse. No paraba de correr desde que terminábamos de almorzar hasta las cinco de la tarde.

-¿El fútbol de antes era mejor?

-Son el día y la noche. No tienen punto de comparación. Antes se priorizaban otras cosas. La gente antes hacía una exclamación cuando veía parar la pelota con el pecho a Touza o saltar a Pedemonte, ahora hacen ¡Uhhhh! pero porque un tipo se olvida la pelota, corren más ligero que la pelota… Tienen otras virtudes: la entrega, la velocidad… Sostengo que de treinta años para atrás, de diez jugadores, seis jugarían hoy sin problemas, en cambio no más de uno de diez de ahora podría jugar en aquella época. Se juega con una vorágine… por eso los que paran la pelota siguen haciendo diferencia.

Hoy en San Lorenzo apuestan todas la fichas a Correa y, para mi gusto, le falta muchísimo. Es un chico que va más rápido que la pelota, la mayoría de las veces se la olvida. Ojalá me equivoque y que este chico pueda decir: Había un viejo tonto que pensaba que yo no podía jugar.

Después, hay un exitismo, una falta de memoria… Hasta el partido que jugaron Boca y River, Barovero y Orión tenían que estar en la selección, como fueron los dos peores de la cancha ya nadie los pide. A Sabella no lo entiendo: El mejor arquero de la Liga Española el año pasado fue (Wilfredo) Caballero, nunca le dieron una oportunidad. (Matías) Musacchio está jugando bárbaro en el Villarreal. No hay un marcador de punta mejor que Casco y el técnico se la pasa inventando puestos.

Otra diferencia notable es la vestimenta… ¡Hoy los jugadores son todos modelos! ¡Y los botines! Nosotros los teníamos que ablandar a martillazos, hoy juegan con unos botines que parecen guantes, en unas canchas perfectas y cuando llegan al fondo tiran el centro a la tribuna… ¡Andá a cagar! Si yo soy técnico lo tengo catorce horas por día practicando hasta que aprenda.

Entre anécdota y anécdota siguen apareciendo nombres…

-¿Beto Laviña? (Leonardo Alberto)

-¡Qué gran tipo, Beto! En la cancha era insufrible… ¡Te pegaba por las dudas! ¡Hasta en el vestuario te pegaba! Pero buena persona, un tipo muy generoso.

-¿Carnelli? (Santiago)

-¡Qué gran chico! Esta fue la persona que me hizo el mejor homenaje: En una fiesta de Defensores cada jugador presentaba al siguiente y el me presentó a mí. ¿Sabés cómo? -Bueno, ahora los voy a dejar con un jugador de fútbol que tenía una computadora en la cabeza, antes de que existieran las computadoras. Jaja. ¡Fue un mimo taaan lindo. Le hubiera dado un abrazo y un beso!

-Nos quedó Juventud Católica…

-La culpa la tuvo mi amigo Federico Richard. Era el primer año de Juventud Católica entre los grandes y quería que les dé una mano. Hacía cuatro años que no jugaba. Era un exjugador… Insistió tanto que terminé jugando. Y hasta hice algunos goles, eh.

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-¿Dónde entra el básquet en esta historia?

-Empecé en Progreso, en una época en que había tres equipos: Arroyo Dulce, Náutico y nosotros. Más tarde se arma Compañía y se desarma Progreso, entonces hablo con algunos jugadores y armo el básquet de Defensores. Ahí empezamos a trabajar con los Cadetes (Carlos Serra, “Viky” Tobin, Guillermo Portillo, El Flaco Torres, Dastoldo...), también creamos Acción Católica y armamos un equipo de infantiles que fue campeón cuatro o cinco años.

¿Yo? Era bueno. Marcaba 20, 25 tantos por partido, cuando no existían los triples, y yo era de tirar de lejos... Llegué a ser seleccionado en Buenos Aires, una vez que fui a jugar para Pergamino.

El básquet era una cosa antes y otra muy distinta desde que aparecieron los morochos de 2 metros15.

Antes había muy buenos jugadores que no llegaban al metro setenta: Gustavo Portillo, que tenía un rifle en el brazo, de donde tiraba embocaba, “Michelín” García, jugaba un montón…

Se hacían torneos con Arrecifes, Pergamino... Comerciales... No entiendo porqué se perdió todo eso.

-Fútbol y básquet lo puedo entender pero, ¡¿árbitro de box?!

-¡Siempre me encantó el boxeo! Cuando teníamos 12 o 13 años, (Andrés) Pomilio nos daba unos guantes inmensos, como de 12 onzas, y nos cagábamos a trompadas entre cuatro naranjos que había al lado de la cancha de bochas (en Defensores). Nunca nos íbamos a lastimar con esos guantes, ¡había que hacer una fuerza para levantarlos!

A mí me encantaba boxear. Ya en Buenos Aires, con Martha fuimos más de veinte años al Luna Park, todas las semanas y siempre al mismo lugar.

Y un día me decidí a hacer el curso de referee en la Federación Argentina de Box.

Me pasó algo insólito en Entre Ríos: Estaba contándole al que había caído y de pronto veo que vuela una toalla, pero era para el que estaba parado. Estaba tan indignado… Pateé la toalla y me bajé enojadísimo. Les dije que iban a ir todos presos, hice el acta denunciando lo que había pasado…

Cuando el lunes fui a la asociación estaban esperándome, se cagaban de risa, nunca había pasado algo igual…

Arriba del ring te pueden pasar muchas cosas: ha habido tipos que me han dicho que pare la pelea, que no daban más, pero nosotros estábamos preparados para esos casos, entonces les decía que abandonaran, porque si vos la parás, lo primero que hace el mismo boxeador es reprocharte por qué la paraste, que estaban para seguir… No es lo mismo que un boxeador abandone a que la pare el árbitro. ¡Había cada lugares! Ambientes bravos… ¡Había que pensarlo varias veces para dar por terminada una pelea! Estuve seis o siete años, a pesar de Marta, que se la pasaba diciéndome que deje.

-Habrás visto un montón de grandes boxeadores…

-Y… los vi a todos… Accavallo, Abel Laudonio, Cirilo Gil (un regalo para la vista), Nicolino (me gustaba por estilo, pero usaba una sola mano, salvo cuando ganó el título, ese día se dio cuenta de que tenía dos manos y dio una lección de boxeo), “Goyo” Peralta (exquisito boxeador y excelente persona), Sergio Víctor Palma…

-¿Monzón?

-¡Por supuesto! Tengo una pequeña anécdota: Él se estaba preparando en la federación para pelear con (Emile) Griffith. Por ahí viene un señor y me dice que necesitaba un árbitro, así que le hice de árbitro cuatro rounds, con Paniagua, que era su sparring.

También empecé con el boxeo en Salto…

-¿Cómo es eso?

-En uno de las tantas idas y vueltas a Salto, Lalla (Omar, Intendente a comienzos de los ’70), me pide que le cree la Comisión Municipal de Box. Ahí tuve un respaldo grandísimo en Ricardo Medranda, un tipo fantástico para trabajar, conocedor de boxeo... Primero hubo que formar la comisión, después preparar a los médicos, crear jurados, árbitros... No fue fácil, pero lo logramos.

Hoy no me pierdo una pelea, sea a la hora que sea.

-¿Y qué te parece “Maravilla” (Sergio Martínez)?

-Es un poquitín chanta…Pero muy inteligente. Se ha sabido vender… Seguramente cuando deje el boxeo va a hacer más dinero que ahora, porque ha sabido prepararse. Como promotor, actor o lo que sea, seguramente le va a ir bien.

Siento que les estoy robando su presencia a los amigos que esperan ansiosos que el Negro pase a saludar como en cada viaje a Salto. Por las dudas, el teléfono nos recuerda que ya es hora.

-¡Exquisito el asado, eh!

Ojalá se repita, Negro. Ha sido un placer.


TERCERA PARTE

Primer sábado de abril. Llueve como si fuera la última vez desde que salí de Salto. La dirección que me dio el Negro de su nuevo hogar no aparece en el GPS, y eso, para alguien tan desorientado como yo, capaz de andar por el carril del medio en la Juan B. Justo, mientras dos colectiveros se pelean para putearme, es casi el fin del mundo. Por suerte existen los teléfonos celulares y al fin puedo encontrar esa media cuadra de Luis Sáenz Peña, donde Buenos Aires parece una capital europea.

No es el mismo departamento de la calle Thames donde lo conocí, después de esquivar un pincel que alguien intentó darme para ayudar a terminar de pintar la infinidad de cartulinas.

Pero, como aquella vez, mis ojos se clavan en once tomos perfectamente encuadernados.

-Ahí los tenés. Te están esperando.

Ya sé lo que contienen, y sé con el inmenso amor que Martha se encargó de recortar y pegar cada diario y cada foto donde estuviera “Su” Negro. Desde el equipo de El Malón hasta el último partido. Pasando por selecciones juveniles y mayores. Formaciones de partidos, tablas de goleadores… Seguramente mi base de datos se verá incrementada.

De nadie he recibido tantos elogios, tantos consejos y tantas críticas constructivas desde que empecé en el periodismo pero, esto ya es demasiado: -Toma, ¡llevátelos! Nadie le va a sacar tanto provecho como vos.

El regalo es como la última figurita que me faltaba para completar el álbum de futbolistas en la niñez.

Martha Vergé, la inseparable compañera en esta larga travesía de seis décadas, no está muy convencida de despegarse de ese pedazo grande de historia que significan los once tomos. Se consuela pensando en que ahora va a tener más espacio en la biblioteca.

-Con Martha estamos juntos desde los dieciséis años, las hemos pasado todas: etapas muy difíciles, dificilísimas y etapa gloriosas, de muchísimo éxito… Hemos compartido amigos…

El matrimonio es una gran cosa, es cuestión de quererse y respetarse… Aunque en España dicen: La mayoría de los matrimonios terminan bien, salvo los que duran toda la vida. Jeje.

Me ha aguantado mucho. Ella es de Sports, como toda su familia, y la acusaban de haber influido en mi ida de Defensores.

-Negro, ¿cómo se da la venida a Buenos Aires?

-Vine a convertirme en el director de planta del complejo de cunicultura más grande que existió en el país.

-¿Cómo es eso?

-Había empezado con las granjas. Tenía varias granjas de cría de pollos y algunas de conejos, y me había hecho amigo de una persona que resultó ser yerno del abogado de un griego, que quería comenzar con la cría de conejos, pero no tenía idea de cómo hacerlo. Sin que yo supiera nada, mi amigo habló con su suegro y lo convenció de que yo era la persona indicada.

Un día apareció en Salto un señor que era la mano derecha de este griego. Me dijo que lo mandaba su jefe, porque yo era la persona que estaban buscando. No le di ninguna posibilidad de nada, ni siquiera se lo comenté a Martha. Al tiempo vino el contador del griego y no lo dejé hablar tampoco, pero Martha se enteró y me dijo que cómo no lo había escuchado, que podía ser una buena posibilidad… Hasta que un día apareció el griego (Alfredo Sinopoli, fabricante de pelucas, pestañas postizas…) en persona: -Mire, yo he mandado dos personas a hablar con usted, pero ni siquiera los ha escuchado. Yo lo único que le pido es que antes de decirme que no, vea lo que le estoy ofreciendo.

Bueno, ahí nomás salimos para Escobar en su auto con chofer. Yo iba pensando que me quería para darle de comer a los conejos y estaba decidido a decirle que no. Cuando llegamos me encuentro con una granja de veinte hectáreas, toda con alambrado olímpico, cuatro chalets, calles asfaltadas, seis galpones de cien metros por diez, con jaulas aéreas, fábrica de alimentos balanceados, cámara de congelamiento para seiscientas toneladas de mercadería, herrería, carpintería, una dirección con varios escritorios… Lo primero que me salió fue decirle: Mire, a mí me parece que esto no es para mí. -Acá tiene las botas, vaya y recorra todo y después me dice. Y, bueno. No me quedó otra que recorrer… ¡Era un sueño! Todo hecho de lo mejor, pero abandonado. Caminé toda la granja, miré la calidad de la tierra… -Definitivamente esto no es para mí. Yo no estoy capacitado para manejar esto. Usted ni siquiera me conoce. Acá necesita un biólogo, un ingeniero agrónomo… -No señor. Usted es la persona. Usted cree que no lo conozco, pero yo sé muy bien de su capacidad y de sus inquietudes.

No había forma de hacerle entender… -Mire, todo se puede hablar y solucionar. Dígame cuáles son sus condiciones. -Yo no quiero dejar mi pueblo para venirme acá… Y si así fuera tendrían que darse un montón de condiciones, le dije para desanimarlo, pero no había caso. -Usted vaya, piense bien lo que pretende y volvemos a hablar.

Cuando le comenté a Martha, ella enseguida se entusiasmó con la idea de irse a Buenos Aires. Yo le decía que no se apurara, que no estaba convencido. Que era un trabajo muy esclavo, que no iba a tener tiempo para nada… Había un chalet destinado a nosotros, o sea que iba a estar las 24 horas solucionando problemas. Así que, estudiemos bien esto.

Lo llamé por teléfono al griego y le dije: Bueno, mire he estado pensando y, si bien la parte económica es importante, hay varias cosas que dejar en claro. -Está bien, cuénteme. -Por empezar, no quiero a nadie que me dé órdenes, salvo usted… No quiero hablar con nadie de los problemas de la granja, salvo con usted… Necesito ayuda y tiempo para poner la granja en funcionamiento. Necesito seleccionar la gente que va a trabajar. Yo le voy a hacer un plan de trabajo previo y usted va a ver si se va cumpliendo o no… Necesito un lugar para vivir que no sea la granja y un vehículo.

-Ningún problema. Puedo alquilarle un departamento en Palermo y tengo una camioneta que compramos el año pasado… Y va a tener su chofer. El horario de entrada es a las cinco de la mañana, hasta las catorce.

-De acuerdo.

-Pasemos a los números entonces, ¿cuánto quiere ganar?

Le pedí el triple de lo que ganaba un gerente de banco en ese momento.

-¡Apa! ¿Me deja consultarlo con el contador? ¿Y cuando empezaría?

-Mañana mismo, si usted quiere.

-Bueno, mañana lo llamo.

Al otro día me llama y me dice: ¡Bienvenido a la compañía, García! La verdad que, si bien era un montón de plata, no estaba muy contento con irme.

No voy a abundar en detalles, porque llevaría horas… Cuando me hice cargo, había cuatro personas trabajando, que hacían mantenimiento, nada más. Llegamos a ser 126 personas. Hicimos una granja comunitaria para el personal, les hice un comedor y una proveeduría con todo al costo…Llegamos a tener diez mil madres pariendo cada veintiocho días, faenábamos dos mil trescientos conejos diarios… Venían de todos lados a ver la granja: colombianos, chinos… Un día aparece el griego con un diploma al mejor conejo presentado en la Comunidad Europea.

Las colas las mandábamos a Francia, donde las usaban como pompón para las gorras, con las patas se hacían llaveros, con los pelos de las orejas hacíamos pinceles, con las uñas se hacía pasta para botones, con los cueros se hacían tapados, la sangre se vendía a laboratorios…

Fueron tres años maravillosos… Hice una cruza de conejos que resultó muy buena… Hasta que nos topamos con la famosa tablita de Martínez de Hoz. Los costos comenzaron a subir y cada vez se hacía menos rentable. Vi que no había salida, entonces me quise ir. No me dejaban, ni el griego ni los empleados, pero no quería quedar como el que había fundido la fábrica. Finalmente me fui y a los tres o cuatro meses cerró.

Volver a empezar, como unos años antes, cuando trabajaba para una multinacional con un final del todo feliz.

Ahora, ya instalado en Buenos Aires.

-Volví a la publicidad, que era lo que sabía hacer. Monté una agencia que se llamaba Visión Flash. Hacíamos carteles y dibujos para las vidrieras, a mano. Llegamos a ser los números uno en el rubro. Nos fue muy bien durante unos años, hasta que aparecieron los plotters… Y se terminó la etapa de la publicidad.

Nos fuimos comiendo los ahorros hasta que decidimos irnos a Europa.

-Pero, ¿Cómo surge la idea de irte?

-Me fui porque no tenía un centavo. Hacía unos diez años que pintaba y había ganado algunos premios con mis acuarelas, y también conocía lo que se hacía allá… En un viaje que habíamos hecho a Europa, había pintado algunos cuadros y los había vendido. No es que fui a la aventura total. Ya tenía una experiencia previa. Estaba convencido de que me iba a ir bien… Por suerte, así fue. Nos fue muchísimo mejor de lo que esperábamos: en trece años hemos vendido unos trece mil cuadros, sin contar los que hacíamos a pedido.

Hemos recorrido gran parte del mundo y hasta pude llevar a toda mi familia a pasear. He pintado en todos los lados que he estado.

-¿Fue sencillo desde el comienzo?

-Nooo. Primero fuimos a Madrid, pero me quedaba lejos de donde paraba, de ahí fuimos a Barcelona, porque teníamos unos parientes… Mejor ni recordarlo. De ahí a Sevilla, que era mi primera intención… La concentración de turistas era importante, no había acuarelistas…

El primer día vendí 3 cuadros… ¿Sabés lo que es eso cuando no tenés un peso en el bolsillo?

-¿Cuánto tiempo te lleva un cuadro?

-Dos horas y cincuenta y ocho años… Así le dije a una inglesa. Primero se quedó perpleja y, cuando lo entendió, llamó al marido para contarle.

Los cuadros del Negro llegaron a ser nota de uno de los grandes diarios argentinos. En algún lugar tiene que estar el recorte que guardé…

-¿Habías aprendido pintura de chico?

-No. Siempre fui autodidacta. Pinto desde los seis años. Iba al colegio y dibujaba el aula, el pizarrón, situaciones de fútbol… Cambié un montón de veces de oficio, pero nunca dejé la pintura.

Nací para pintar.

-¿Cómo elegís qué y con qué pintar?

-Fui buscando qué era lo que mejor me salía y con qué material.

Pinto lo que me gusta y me gusta lo que pinto.

El arte contemporáneo no me gusta, ni lo entiendo. Está a años luz de mi arte. Somos cosas totalmente opuestas. Una vez fui a una exposición a la Galería Pacífico, porque quiero saber… Me paro delante de un cuadro y un señor se para cerca de mí, voy a otro cuadro y el señor al lado mío… Yo andaba vestido como siempre: con mi gorra, una bufanda… Daba el perfil de pintor. -Discúlpeme señor, ¿Usted pinta? Sí, le digo. -¿Pinta así? -No, no pinto así. Soy impresionista, para mí un gato es un gato, sin necesidad de que le haga todos los pelos, pero Ud. lo ve y es un gato, no es un amanecer en el atlántico. -Discúlpeme, pero sabe que pasa: Estas cosas me han convertido en idiota. Salgo de acá, me encuentro con un amigo que me pregunta si vi la exposición de tal… Sí, la vi. ¿Y te gustó? No, la verdad que no. Ah, entonces sos un idiota, me dice.

Y es cierto ¡te hacen sentir idiota! Creen que ven más allá… y si les ponés el cuadro al revés ellos igual lo interpretan. Me causa mucha gracia que un pintor tenga que explicar lo que pintó.

En un museo del país vasco ocurrió una cosa muy graciosa: Un tipo que jamás en su vida había pintado, y que tenía mi misma opinión, hizo un cuadro y, no sé cómo, logró colgarlo en el museo. Era una especie de hilo, con algo colgando…Con una cámara y un grabador se quedó cerca del cuadro haciéndose el distraído y escuchaba lo que la gente decía del cuadro: ¡Mirá, si escuchas las cosas que decían del cuadro te morís de risa! Eso se publicó en un diario y al tipo le hicieron un problema bárbaro.

En EEUU, un multimillonario de la industria electrónica agarró un mono, le dio un pincel, unas pinturas y le mostró cómo se hacía. El mono se divertía como loco pintando. El tipo agarró seis telas pintadas por el mono, invitó a la gente y a un grupo de pintores conocidos a una exposición y venta de arte moderno. ¡El que más vendió fue el mono! En la pintura pasa mucho eso, por eso hay que pintar lo que uno siente.

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¡Y vaya que siente el Negro! Todo lo ha hecho y lo sigue haciendo con una enorme pasión, por eso no entiende que sucedan algunas cosas: -Ahora te hago una pregunta yo: ¿Qué pasa en Salto que la gente no va a la cancha? Viendo las fotos que publicás, he llegado a pensar que se juega a puertas cerradas, por el tema de la violencia.

-Es que…

-Salto era una ciudad netamente futbolera. Las canchas se llenaban… ¿Para qué juega alguien al fútbol si no tiene con quién compartirlo? El futbolista juega para satisfacer su ego. ¿Para qué otra cosa iba a jugar yo al fútbol si nunca cobré un peso en ningún club? En Sports devolvía los sobres. Sports tenía la política que todos los jugadores debían cobrar. Como venían jugadores de afuera y ellos cobraban, teníamos que cobrar todos. Carlitos Marquez era el encargado de darme el sobre y nunca se lo acepté. Te cuento algo: Mucho tiempo después de que dejé de jugar, hablando con Carlitos, le digo: Te voy a hacer una pregunta y quiero que me la respondas: ¿Cuánto me ponían en el sobre por cada partido? Y ahí mismo me di cuenta de que no quería saber: ¡No, no me lo digas, mejor!

A mi me parecía mentira que cobraran cuando empecé. No lo podía entender. Mi viejo era el socio número uno del club ¿y yo iba a cobrar? Nadie decía cuánto cobraba, se manejaba todo a escondidas. Después con el tiempo lo entendí.

Yo jugaba por el amor que tenía por el club, por mis amigos… Las charlas después de los partidos con mis compañeros, con Talo Scagnetti, con Obdulio Silva, uno de los técnicos que tuve y que sabía un montón… Eran inolvidables.

-Hablando de inolvidables… ¿qué goles recordás más?

-Hay uno que fue muy emotivo: el tercer gol al combinado de Rojas en un 3 a 2, sobre la hora. Tengo un recorte de un periodista de Rojas que dice algo lindo: Hasta llegar a ese nefasto minuto, donde en una mezcla rara de calidad, sutileza y sangre fría, desde 10 metros fuera del área, colocó la pelota contra un palo… La verdad que fue un momento inolvidable: Volvimos en tren de noche y la gente nos esperaba con antorchas.

Y este otro por la jugada: Me llega la pelota con un marcador encima, con la derecha le tiro la pelota por arriba de la cabeza, antes de que caiga se la vuelvo a tirar con la zurda y, como vi que si la dejaba caer me la iba a sacar, salto y de cabeza se la doy a Raúl (Castagno), que mete el gol. Con el tiempo alguien me dijo que el gol lo hice yo… Ahora estoy en duda sobre quién lo hizo, pero fue una jugada muy linda.

Disfrutaba más los goles que servía a mis compañeros que los que hacía yo.

-¿Y cómo eran tus goles?

-He hecho muchos goles pateando desde afuera del área, siempre buscando colocarla, poniendo la punta del pie para anticipar… Por eso no eran espectaculares, como los de Hugo (Lobbe) o los de Raúl (Castagno).

Imposible no volver al fútbol. Hoy ya no es el hincha fanático de San Lorenzo (-Conocí el gasómetro en el ’45, con mi viejo. Por él me hice cuervo), los colores siguen siendo los mismos pero, esté donde esté, primero hay que ver a qué hora juega el Barcelona y después fijar el horario para cualquier otra cosa.

-Llegué a España cuando estaba Cruyff. Muchos le atribuyen este presente a él, pero la revolución del Barcelona empieza con Rijkaard.

El Barsa de Guardiola y Messi fue de otro planeta. Ese fútbol es el que me hubiera gustado jugar… Jugar en ese equipo debe ser la cosa más deliciosa que le puede pasar a un jugador de fútbol.

Había una concepción del fútbol grupal, colectivo, solidario… Me eclipsó desde el primer momento.

Nunca vi un jugador como Messi y no creo que lo vea, bah… lo mismo pensaba después de ver a Maradona. Para mí, Messi lo superó. A mi no me interesa si no gana nunca un Mundial. Yo creo que en el mundial de Alemania hubiera sido distinta la historia si Pekerman lo ponía contra Alemania.

-¿Cómo ves a Martino en esta situación que atraviesa el equipo?

-Muy presionado. Maniatado en todo sentido. Es muy grande el Barsa para Martino en este momento. No tengo la capacidad para medir el intelecto de Martino: sé que ha sido un muy buen jugador de fútbol, que habla bien, que entiende de fútbol… Él quiere hablar de fútbol, pero el Barcelona no es sólo fútbol. Todo está muy politizado. El Barcelona está considerado como un equipo extranjero dentro de España. Los árbitros viven perjudicándolo. A un equipo que vive adentro del área rival le cobraron cuatro penales a favor en dos años, mientras que al Real Madrid, que juega al contragolpe, le dieron diecisiete.

Ahora acusan al Barsa por el trabajo que hacen en la masía, de traer jugadores de África, de Sudamérica… como si los robaran.

¡A esos chicos no les va a alcanzar la vida para agradecerle al Barcelona lo que ha hecho por ellos! Algo parecido a lo que ocurrió con Messi. Lo que pasa que Messi se fue a España con toda la familia, y estos otros chicos quizá no saben ni quienes son los padres… Es como sacarse la lotería: les enseñan, los educan, los alimentan… ¡Qué casualidad! Hay una persecución contra el Barcelona. En los últimos cuatro meses los jugadores fueron sometidos a 10 controles antidoping, a Messi le cayó Hacienda, ¡cuando ha habido casos en España que ni te cuento! ¡Y hasta lo llevaron a declarar, algo que nunca se ha hecho con un jugador de fútbol! Después acusan al padre de Messi de narcotraficante…No puede ser casualidad. Ahora se la agarraron con Neymar. Detrás de todo esto hay una mujer, funcionaria del PP y muy relacionada con el Madrid, que siempre ha sido un club cercano al poder.

Esto arranca con un ser que odio. Me da vergüenza decirlo pero, no puedo ser hipócrita… Hay dos personas que odio profundamente: (Jorge) Lanata y (José) Mouriño. Se puede estar en contraposición con alguien, pero no se puede ser tan miserable. ¡Uno es un miserable del periodismo y el otro un miserable del deporte!

Aún así, a Mouriño lo respeto: Tiene capacidad para manejar equipos de fútbol… Lo que ocurre es que hace cosas extradeportivas que lo convierten en miserable. (Diego) Simeone se le parece como director técnico, pero yo jamás diría que es un miserable, como nunca lo dije de Bilardo, por ejemplo. No importa que estén en las antípodas de lo que yo pienso sobre fútbol.

Mouriño es una basura, una porquería hablando de los demás, descalificando… Logró algo que parecía imposible: ¡Le hizo perder el señorío al Real Madrid, se lo tiró a los chanchos!

El espíritu se mantiene inalterablemente joven después de tres cuartos de siglo vividos con una intensidad fuera de lo común. Basta escucharlo hablar del presente, poniéndole énfasis a cada frase: -Hoy podría estar sin trabajar, pero me moriría muy pronto. Así que a la mañana agarro mi chiringuito y me voy a pintar: A la Manzana de las Luces, a la Plaza San Martín, o Plaza de Mayo… Todos los días algo se vende, exclusivamente a los turistas. Aunque las piernas no respondan como antes, el jugador de fútbol sigue habitando su mente: -Siempre se sueña con que uno es jugador. A veces, mirando un partido, recostado en el sofá, viene un centro y hago el movimiento para cabecear… Y me doy cuenta, pero es algo que no puedo contener.

Ha pasado por múltiples situaciones que de una u otra forma pudo sobrellevar. Algunas no dejaron marcas aparentes: -Soy Ayala por parte de mi madre biológica. Ella tenía cinco hijos ya y no me podía criar, entonces me dio en adopción. Mi padre nunca supe quién fue. Tuve la suerte de que al año y cinco días me adoptaran dos seres maravillosos: Don Elías García y Doña Claudia Monsalvo. Para mí, ¡ellos fueron mis verdaderos padres!

Otras, van dejando su huella: -Mi vida es una sucesión de éxitos y fracasos. A cara o cruz.

-Estoy bárbaro… Eso sí, no me pidas que levante el capot. Le escuché decir alguna vez, en una de sus tantas frases memorables.

Si levantáramos el capot veríamos un corazón emparchado por tres stents, lo que no podríamos ver, pero se puede adivinar sin mayor esfuerzo, es un corazón definitivamente partido por dos sentimientos tan profundos como el amor y el agradecimiento.

“El Negro Ayala” tiene el corazón partido por el fútbol: El amor por el Loro: -Siempre fui hincha de Defensores, eso que quede claro. El agradecimiento al Comadreja: -Toda la vida voy a estar agradecido a Sports por lo que hizo por mí y por cómo me trataron.

“Vicente David” tiene el corazón partido por dos países: El amor por la patria que lo vio nacer: -Este es mi lugar. Acá están mis cinco nietos, mis hijos, tanta gente querida… El agradecimiento por la tierra que lo cobijó en el peor momento: -Más allá de haberme cambiado la vida económicamente, en España he hecho amigos entrañables. He encontrado gente de una generosidad absoluta en momentos muy difíciles. Me dieron su cariño, respeto… He pasado momentos muy lindos, muy graciosos… Me río mucho imitándolos y ellos se divierten muchísimo cuando les hablo en andaluz. Me han hecho replantear el significado de la amistad…Teníamos pensado volver a Sevilla, estar unos meses y después venirnos, pero hemos decidido radicarnos acá definitivamente. Así que este viaje será para acomodar todo, ir a algún lugar que todavía no conocí… He tenido la suerte de andar mucho, de conocer casi toda Europa… Ahora se me ha puesto que quiero conocer el castillo de Drácula, en Transilvania.

ejemplo

Más de diez horas de charla para un reportaje, son una exageración. Sin embargo, con este personaje son escasos. Tantas historias quedaron por hurgar… tantas anécdotas por recordar… Apenas si rozamos la pasión por la música… Nada del diseño, a pedido de don Humberto Carranza, del Camping Municipal… Cuando estoy terminando de escribir, alguien me cuenta de una carrera de resistencia en bicicleta: Por un desafío entre amigos, comenzaron a dar vueltas a la manzana a las ocho de la mañana… caía el sol y el Negro seguía pedaleando solo.

-¿Nunca pensaste en escribir un libro?

-Enrique me dijo una vez: -Papá, con todas las cosas que hiciste… ¿por qué no escribís un libro? Y bueno, cada tanto me pongo a escribir… ¡Me cuesta creer que haya tenido tiempo para hacer tantas cosas!

-Cómo diría Coco Lima: Sólo te falta andar en globo…

-¡Nooo! ¡Hace unos dos años anduvimos con Martha, a más de setecientos metros! Mis amigos sevillanos me decían: -¡Que estás loco, coño! ¡Que te vas a caer!

-¡Qué saben ustedes!


Carlos Abel Riggi

Abril de 2014