EL GIGANTE NICOLÁS
Contrariamente al español que construyó su fama haciéndose pasar por quien no era (El pequeño Nicolás), el protagonista de esta historia, desde chico, se hizo cargo de un apellido “pesado” y mostró con orgullo la sangre verde que le corre por las venas.
Por su físico imponente y potente, unas condiciones atléticas poco comunes, que le han permitido correr como pocos y saltar como nadie, y, sobre todo, una tenacidad inclaudicable, Nicolás Sebastián Colombini es gigante, y tanto sus orígenes como su trayectoria futbolística son dignos de una serie.
LAS RAÍCES
Siete décadas atrás, el destino reunió en la gramilla de una cancha de fútbol, ubicada entre Bernardino Esperanza, Profesor Montes, Alsina y 9 de Julio, a dos adolescentes nacidos con menos de dos meses de diferencia.
Uno era un delantero morocho, veloz, potente y goleador (José Adolfo Colombini), el otro, rubio, alto, hábil y creativo (Juan Eibar Chulia). Tal fue la conexión de virtudes que, en 1956, por ejemplo, juntos dieron la vuelta olímpica en Quinta, Cuarta y Segunda, y el “Negro” hasta se dio el gusto, con dieciséis primaveras, de jugar en Primera las últimas dos fechas, anotando los últimos cuatro goles de su equipo en el torneo (1 a 1 con Social de Inés Indart y 3 a 2 a San Martín).
Juan tuvo que esperar hasta el inicio del campeonato del ’58 para vestirse con los grandes, pero no largó la ropa por una década.
Si bien Compañía ya era un equipo acostumbrado a dar vueltas olímpicas, José y Juan tuvieron que aguardar la vuelta del célebre Raúl “Ñato” Conti para darlas por duplicado, y no como simples acompañantes: José siendo el goleador del primer torneo y Juan con asistencia perfecta en el bienio 1963/64.
Juan Chulia, antes de terminar su carrera en el efímero Progreso, se mantuvo once temporadas en la primera de Compañía, disputando 114 partidos, anotando 32 goles y ganando 4 títulos.
José Colombini se vio obligado a colgar los botines por una lesión a los 25 años, tras anotar 51 goles en 80 partidos, y nunca se fue del club que rescataría del momento más difícil asumiendo la presidencia a fines de los noventa.
LAS RAMAS
A Lorenzo Vincenty -eterno reclutador de “Lagartitos”- se le habrán iluminado los ojos cuando, unos treinta años después del comienzo de esta historia, volvió a ver llegar a Adolfo Nicolás Colombini, pero esta vez acompañando a su nieto, un juvenil proyecto de delantero que no dudó en fichar.
A Marcelo no le fue fácil cargar con la portación de apellido en Primera, hasta que Miguel Cervello lo tiró unos metros más atrás, convirtiéndolo en un batallador e inteligente mediocampista con llegada al gol, que se hizo imprescindible en un Compañía multicampeón que trascendió los límites de Salto.
Marcelo José Colombini se vistió de Verde durante 17 temporadas, disputando 296 partidos (sumando Torneos del Interior), marcando 45 goles y dando 7 vueltas olímpicas. También fue Presidente del club de sus amores.
Después de tres intentos, Juan hacía tiempo que se había resignado a ver un futbolista con su sangre, hasta que Karina, la mayor de sus hijas, le vino con la noticia de que esperaba un “Colombini”.

LAS FLORES
La llegada de Nicolás (homenaje al bisabuelo paterno que, sin haber pateado una pelota, apuntaló el futuro futbolístico de sus descendientes), el primer nieto para las dos familias, demandó cientos de baberos: Algunos para el recién nacido y varios para sus abuelos Juan y José. Sobre todo ellos, soñaban con verlo vestido de verde y blanco, y “Nico” no demoró ni tres años en darles el gusto, aunque sea como mascota, abrazado a una pelota, acompañando a su padre.
El niño de potencia inusual se fue haciendo espacio en Infantiles y Juveniles desde el centro del campo de juego, hasta que el visionario “Fito” Stankevicus lo imaginó como delantero y, con quince años recién cumplidos, lo hizo debutar entre los mayores.
En menos de un mes de ese 2004, ingresando algunos minutos, vivió el debut (un año y diez meses después de que su padre jugara su último partido), una goleada histórica a Defensores y la primera vuelta olímpica en el “Cepeda”. El futuro no podía presentarse más auspicioso.
El año siguiente sirvió para sumar minutos ingresando en los segundos tiempos, anotar sus primeros goles y jugar su primer partido como titular, pero el final feliz se truncó en la semifinal del novísimo “4 Ligas”.
En 2006, por la quinta fecha del torneo y al día siguiente de su cumpleaños número diecisiete, más que ponerse, se tatuó la “9” de Compañía en la espalda. Desde esa tarde con dos goles a Sports de Pergamino, solo las lesiones, alguna expulsión o una camiseta demasiado entallada pausarían una relación inseparable.
Iban apenas dieciocho segundos de la primera final con el rival de toda la vida cuando, llegando al fondo de la cancha y sobre la línea de banda derecha, empalmó la pelota que voló por encima de Airet para meterse en el ángulo más lejano. Un gol descomunal, de esos que merecen un lugar especial en la memoria, pero que una semana después sería opacado por otra definición por penales y la primera gran frustración: -“Esa fue la final que más me dolió perder, porque el día que ganamos 2 a 1 le anularon dos goles a Mariano Parrillo por posiciones adelantadas inexistentes”.
El 15 de mayo de 2007, con Nicolás expulsado, Stankevicius redobló la apuesta mandando a la cancha, con quince años y tres días, a Ignacio, el segundo de los Colombini.
Entre las primeras lesiones del mayor y la juventud del menor, hubo que esperar hasta el 26 de agosto para verlos juntos en una cancha. El Lagarto empataba con Argentino de Pergamino por un gol de Nicolás al final del primer tiempo y, a los veintitrés del segundo, “Fito” se la jugó -como de costumbre- sacando un defensor y poniendo a Ignacio… Tres minutos después llegaría el segundo del hermano mayor y el posterior triunfo que se habrá festejado de forma especial en la familia.
Si bien era demasiado pronto -pero con fundamentos- para ilusionarse con la incipiente sociedad, una vez más los penales, ahora en Cuartos de Final, y la decisión de “Ñaki”, de iniciar el camino a la fama del que su hermano había renegado, dividieron las expectativas.
Nicolás, más para darle el gusto a los demás que por voluntad propia, había probado suerte en Rosario Central: -“Justo había gente que andaba buscando un delantero de mis características para llevar a Italia… Me agarraron en el vestuario y me dijeron que me querían, pero que me tenía que olvidar de la familia, de los amigos… Entonces les dije que no, que había ido con mi abuelo y con mi abuelo me volvía. Cuando le conté a José pensé que se iba a enojar, pero me dijo que había hecho bien, que no lo necesitaba. Quizás hubiera hecho carrera, pero no me arrepiento” y en Vélez: -“Lo probaron contra una Quinta campeona… A los pocos minutos desparramó a uno de los centrales, desestabilizó al otro y estrelló la pelota en el palo. Compagnucci paró el partido, le preguntó quién era, adónde jugaba y le dijo que lo quería la semana siguiente dispuesto a quedarse en el club… Volvió a decir que no” (Marcelo Colombini).
El abuelo José había puesto el pecho, y mucho más, para capear el peor momento institucional de Compañía, pero la austeridad (a veces disimulada por algunos “padrinos”) continuaba siendo obligatoria a fines de los dos mil.
Su nieto, acompañado por otros tan jóvenes como él y con la misma sangre verde, con el único y valioso refuerzo del efectivo Walter Gómez, se las ingenia para mantener al equipo en competencia ante un Defensores que comienza a transitar años de gloria.
Pero, como las desgracias no vienen solas, en la primera final por el torneo local de 2008, el 2 de diciembre, Nicolás tiene que ser remplazado a los diez minutos de empezado el partido y, mientras él deja la cancha en una pierna, Alejandro Banegas marca el gol que encamina la victoria para el Loro.
El diagnóstico es lacerante: Rotura de los ligamentos cruzados de la rodilla izquierda. Sin embargo, diez días más tarde vuelve a estar entre los once para la revancha en la que solo puede mantenerse en pie siete minutos… Ya piensa en la operación cuando, a los ochenta y nueve minutos, Santiago Acciarri anota el gol que fuerza un tercer partido.
Nueve días después hace un esfuerzo inhumano ingresando en los últimos veinte minutos a buscar una igualdad que no llegará.
Entre la primera intervención, en la que prácticamente le reconstruyen la rodilla, y una segunda, para quitar un cayo que se le había formado en la articulación, está parado casi todo 2009… Hasta que comienza a avizorarse una nueva posibilidad de vuelta olímpica, esta vez ante Sports Salto, el otro rival clásico.
El 7 de noviembre ingresa veinte minutos en la igualada primera final y siete días más tarde lo vuelve a hacer para remontar un 0-3 que en un minuto se transforma en 2-3, por Luis Bisgarra y Acciarri, pero queda en eso.
El destino parece burlársele haciéndole zancadillas cada vez más traicioneras, pero Nicolás, con la rebeldía de sus veinte años y una madurez que contrasta con la edad, guarda las palabras, infla el pecho y lo vuelve a intentar.
En 2010 no le alcanza el gol que le anota a Defensores para eliminarlo del “7 Ligas” y ser el mejor saltense en la Etapa Integrada, ni los dos que le marca en la última fecha del triangular para definir la Etapa Local.
Ni los 20 goles que anota en 2011, ni los 15 del año siguiente, ni los 21 de 2013 (con su padre como técnico) son suficientes para estar en la pelea, pero los marcadores centrales de la zona planean un simposio sobre “Cómo parar a Nicolás Colombini”. -“ El que me marcó muy bien fue (Nazareno) Leidi, y el que me tenía la mano, cuando jugó de “3”, era el “Sapo” (Leandro Candia), un jugador muy bicho, que jugaba bien en todos lados.”
Se está por cumplir una década del debut y de la última consagración del Lagarto y hay que hacer algo para romper el maleficio: Después de once exitosísimas temporadas en el rival a vencer, llega el “Conejo” Banegas y “Ñaki” decide hacer una pausa en su carrera para ayudar a su hermano, pero vuelve para la cuarta fecha, cuando ya se ha perdido el clásico y la Primera Fase. En la Segunda se vuelve a perder el clásico, pero se gana la Fase, lo que motivará dos finales en septiembre… Pero estamos en julio, y a Ignacio Colombini le llega una oferta de Almagro (Primera B Metropolitana) que decide aceptar (-“Ñaki” siempre dice que el fútbol de Salto es muy difícil, que se le hace más fácil jugar en la B metro que en Salto. Los defensores acá son bastante completos, rápidos, persistentes… Y yo estoy de acuerdo con él. Acá no se luce cualquiera. Creo que los últimos fueron el “Conejo” (Alejandro) Banegas y (Daniel) Ramos, un jugador con el que me hubiese gustado jugar”.
Nicolás anota un gol en la ida y otro en la vuelta de esas finales, pero a Compañía le falta un gol para llegar a los penales. Ni los 25 que anota en 16 partidos, más los 17 de Banegas y los 12 de Ignacio han sido suficientes para asegurarse un lugar en la finalísima con el mejor saltense clasificado en la Etapa Integrada, que también será Defensores.
La Semifinal de la Liguilla de la Etapa Local de 2015 se juega en el “Carlos Testa”, y Compañía está obligado a ganar porque obtuvo menos puntos en la Clasificatoria. Feliciano Testa (principal “culpable” de que Nicolás no se haya adueñado de todos los récords) rápidamente pone en ventaja al dueño de casa, pero “Nico” está intratable y, antes de la media hora, da vuelta el resultado. Parece ser “la noche”, hasta que Claudio Alessandro marca el 2-2 final y termina con el sueño.
¿Hablará después de un partido así?
-“El segundo gol fue más que nada un desahogo… Venía de unos partidos de no hacer goles y el primero no alcanzaba, por eso el segundo fue especial: un lindo gol, de frente a la gente de Compañía, pasar a ganar… es algo que no cambiaría por nada.
A veces me pasa que, después de un partido, me acuesto pensando que podría haber hecho algo más, pero en este caso no: Estoy tranquilo porque hicimos las cosas bien… Podríamos haber metido más goles en el primer tiempo… Si nos hubiesen pasado por arriba estaría mal, pero jugamos bien, ganamos casi todas las pelotas divididas… Como dije antes, un poco de bronca con el árbitro, pero no sirve ir a reclamarle nada cuando termina el partido.
Tantos años sin salir campeón no me quitan las ganas de jugar… Veo el esfuerzo que hacen los dirigentes y mi viejo (Marcelo Colombini, Presidente de Compañía) por mantener el club y eso me da fuerzas de sobra para seguir peleándola. Si yo me fuera les estaría ocasionando un problema, porque tendrían que salir a buscar un delantero… Uno hace las cosas de corazón, si bien lo que más quiero es salir campeón, el hecho de no conseguirlo no me va a sacar las ganas de seguir intentándolo. Es cierto que Compañía tuvo grandes equipos, con jugadores extraordinarios, pero hoy, estar peleando casi de igual a igual con casi todos chicos surgidos del club también motiva.
Nunca le dije a mi viejo traé un jugador en tal o cual puesto, no tenemos ese tipo de diálogos. Creo que él sabe mejor que yo qué se necesita, pero el club no está en condiciones hacer grandes gastos… Además, el que llega tiene que ser bastante especial para que “Fito” lo apruebe, sino prefiere apostar a los chicos del club.
Este año tuvimos mucha suerte con Mario (Valiente) y el “Sapo” (Leandro Candia): Mario es un jugador que me sorprende por lo fácil que hace todo y el Sapo ha rendido un montón. Con ellos en el medio de la cancha somos otro equipo.
Adentro de la cancha no tengo amigos: Cuando voy a buscar una pelota trato de pasarlos por arriba a los defensores… A veces se me puede ir la mano, pero no me puedo hacer a la idea de resignar una pelota: intento llevármela como sea usando el cuerpo.”
En la primera fecha de 2016, el Compañía que dirige Alejandro “Pichi” Santana se ve sorprendido por un modesto Fortín de Salto -más sorprendente aún, futuro campeón- y no termina de acomodarse en la Etapa Local. La gran actuación contra Sports por la cuarta fecha, en la que Nicolás marca dos de los cuatro goles y se convierte en el goleador histórico de su club, pasa casi inadvertida.
Arranca el “4 Ligas” -que son tres, más un equipo de Pergamino- y una nueva lesión posterga al protagonista de esta historia hasta las semifinales, donde asegura la clasificación en Manuel Ocampo.
Carlos Monacci -otro que le hizo honor al apellido- marca la diferencia en la ida contra Rivadavia; Jonatan Di Toro y Alejandro Baqué anotan para el empate en la vuelta y para que la noche juninense se tiña de verde. Doce años después, Compañía grita campeón con Nicolás Colombini en la cancha: -“Para mí este título significa poner a Compañía en el lugar donde tiene que estar: allá arriba. También una forma de agradecerle a toda la gente que nos acompañó cada día que jugó Compañía, porque ellos son los que hacen grandes a este club, y no me puedo olvidar de la familia de cada uno de nosotros, que nos bancó cada día de la semana mientras nos rompíamos el lomo entrenando y los fines de semana jugando...
En lo personal, significa darle el título a mi viejo, que siempre estuvo trabajando, día a día en el club, junto a la Comisión; y no me puedo olvidar de mi vieja, de mis hermanos, de mi novia y de mis amigos, que en la malas estuvieron al lado mío bancándome, como en la operación que tuve, en la que sufrí bastante y me tuvieron que cuidar bastante, jaja. Quiero agradecerles mucho a ellos, porque esto es por ellos.
Y no puedo dejar de nombrar a mis abuelos, a la infaltable Delia, a José, que el lunes no estuvo en la cancha porque de noche ve poco y sufre mucho, pero estaba esperándonos en el club y se quedó hasta las tres de la mañana, a Juan y Estela, que lo escuchan por radio y “siento” sus gritos en cada gol mío…”
De los dieciséis partidos que juega Compañía en 2017, gana doce, empata dos y pierde otros dos, pero son los que definen la Fase Regular (ante Defensores) y la Liguilla (ante Sports) y se queda afuera de la definición del torneo. Nicolás, con asistencia perfecta, “apenas” marca cinco goles.
Al año siguiente la historia es bastante parecida, aunque sume quince goles en dieciséis partidos.
La Fase Regular de 2019 se escapa por dos empates (ante Valacco y Sports) después de anotarle un gol de poster a Defensores, y otro casi idéntico en la Segunda Fase, donde es eliminado por el Comadreja en un global de 3-4.
La mejor noticia del año para el Lagarto es el esperado debut de Esteban Colombini, el menor de los hermanos, que llegó para equilibrar los genes: Nicolás heredó la fortaleza de su abuelo José, Ignacio los combinó con los de su abuelo Juan y “Toto” es talento puro, bien Chulia. Pero “Toto”, que a los catorce años ya había sufrido rotura de ligamentos y de meniscos, a mediados de año, en una prueba en Independiente, se vuelve a romper los cruzados y, cuando vuelve, los meniscos.
Tras la pausa que impone la pandemia de COVID, en mayo de 2021 vuelve a rodar la pelota, pero solo por una semana. Hay que esperar hasta septiembre para que lo haga regularmente, y hasta la tercera fecha para que vuelva el público a las tribunas. En un planeta plagado de malas noticias, a los simpatizantes Lagartos se les hiela la sangre cuando a los treinta y cinco minutos ven caer, tomándose la rodilla derecha, a su capitán. El diagnóstico es un esguince grave que, recuperación mediante, le permite jugar unos minutos dos meses más tarde y prepararse para el año siguiente, que será muy especial.

En 2022, los mayores rivales del fútbol saltense se preparan para festejar, probablemente unos más que otros, el primer centenario de vida.
Antes del comienzo del campeonato se juega una copa desafío que, aunque no es oficial, se vivirá como tal. Tras el empate en el “Carlos Testa”, Nicolás Colombini anota el único gol de la revancha y anticipa la celebración en el Cuartel Cuarto… Pero, siempre aparece un pero en su vida… Aunque se mezcle en el festejo, sabe que su salida anticipada se debió a algo grave: Los ligamentos cruzados de esa rodilla que venía cuidando dijeron basta.
El equipo conducido por Leandro Candia comienza a hilvanar victorias que rápidamente le aseguran “medio campeonato”, pero afloja en la segunda parte y tendrá que esperar más de un mes para saber quién será su rival en las finales.
Muchos se ilusionan con la vuelta de Nicolás para esos dos partidos con Defensores, que parecen signados por el mejor dramaturgo, pero él, desde su lugar de espectador privilegiado, solo puede regocijarse con la actuación de sus compañeros y, sobre todo, con la jugada de su hermano menor -goleador y jugador más desequilibrante del torneo- que deriva en un tercer gol casi terminante.
La vuelta parece cosa juzgada pero, en los últimos minutos, Defensores intenta la hazaña y achica dos veces la diferencia ante un equipo dominado por los nervios… Hasta que el árbitro pita por última vez y se terminan dieciocho años de espera por un título local y se festejan de forma especial los cien años de vida.
Nicolás lo vive como hincha y como un integrante más del plantel: -“Este campeonato significa un montón de cosas… Por el club, por toda la historia que tiene, por cómo y dónde se dio, porque veníamos esperando con ansias los cien años; por la gente que siempre acompañó, aunque se nos negaran los títulos; porque el noventa por ciento de los jugadores son chicos que se criaron en el club y no habían tenido la oportunidad de vivir esto y, especialmente, por mi familia, por los que están y por los que no están, que han dejado todo por este club. Por todo eso siento una satisfacción enorme.
Empecé a pensar que se nos podía dar cuando ganamos la Copa Centenario. Ahí vi el nivel en el que estábamos todos, por el gran trabajo que hizo el “profe”, que fue fundamental en esto, el esfuerzo que hizo el técnico por inculcarnos una forma de jugar que era la acertada, por la cabeza de mis compañeros, que se bancaron una pretemporada que fue impresionante y nos permitió estar un escalón arriba de todos… Por desgracia no pude seguir acompañándolos, pero veía el esfuerzo que estaban haciendo y estaba convencido de que se nos iba a dar.
La clave del éxito fue mantener una base por muchos años, a pesar de que no se nos diera el campeonato, el esfuerzo, el sacrificio, el acompañamiento de la familia, de los dirigentes y de la hinchada.
Verlo a “Toto” en este nivel es una alegría inmensa… Es un guerrero que supo sobreponerse a lesiones complicadas, siendo tan pibe, por lo que se merece esto y mucho más. Mis hermanos son una de las principales razones para volver a jugar a la pelota.”
Al año siguiente, con sus principales cualidades físicas diezmadas, sufre la venganza del perpetuo rival en el Apertura y del otro no menos adversario en el Clausura.
En 2024 Salto conforma una unión con Rojas y Colón, de la que Compañía parece ser el rival a vencer por la segunda vuelta de “Ñaki”, dispuesto a reunirse con sus hermanos en un trío tantas veces imaginado, una vez que Nicolás pueda recuperarse de la quinta intervención en sus rodillas.
En 2024 Salto conforma una unión con Rojas y Colón, de la que Compañía parece ser el rival a vencer por la segunda vuelta de “Ñaki”, dispuesto a reunirse con sus hermanos en un trío tantas veces imaginado, una vez que Nicolás pueda recuperarse de la quinta intervención en sus rodillas.
Ignacio cumple con las expectativas anotando ocho goles en siete partidos y Esteban lo sigue con cinco, pero los tres hermanos no llegan a juntarse: En Carabelas vuelve Nicolás, ingresando por Esteban cuando Ignacio ya había dejado la cancha, y una semana más tarde “Ñaki” se despide de Compañía con destino a Honduras.
Los simpatizantes de Compañía tiñen de verde el estadio de Argentino de Rojas preparando la fiesta, pero a los once minutos se desata una batalla campal que la arruina y hay que esperar un mes para que, en un escritorio, se sume un nuevo título.
En el torneo local, con ratos de Nicolás, Compañía gana con comodidad su zona, pero es sorprendido por un revitalizado Sports en semifinales.
En 2025, los recientemente sumados a la unión de ligas ponen piedras en el incipiente camino que comienza a desandar Ricardo Gaspar como técnico del Lagarto (Racing de Pergamino le empata en el “Cepeda” y Villa Sanguinetti lo vence en Arrecifes), un camino que se empieza a despejar con el correr de las fechas y que solo tiene como sobresalto la definición por penales ante Juventud de Pergamino hasta llegar a la final.
Entre treinta y tres equipos, el destino quiere que, una vez más, Lagartos y Loros se encuentren en una etapa definitoria.
Compañía saca una ventaja mínima -pudo ser mayor- en su cancha y va de visita con el favoritismo que le dan su buen presente y las ausencias de su rival, pero desperdicia la oportunidad y habrá tercer partido…
EL FRUTO PROHIBIDO
Luego de dos semanas de negociaciones, suposiciones, discusiones, desconfianzas, trascendidos, desacuerdos y dirigentes que no están a la altura del evento -especialmente, el Presidente de la Liga de Salto y del 5 Ligas-, por primera vez en la historia, el clásico más convocante de Salto se muda de ciudad.
Más allá del desatino y la incomodidad, el estadio de Douglas Haig realza el enfrentamiento desde su alfombra verde a unas cómodas tribunas claramente diferenciadas, que albergan a la mitad de los espectadores que hubiesen concurrido en nuestra ciudad.
Desde el pitazo inicial, ninguno de los protagonistas puede disimular el nerviosismo y el partido se hace impreciso, desprolijo. Por más de media hora los arqueros son los más “tranquilos”. Hasta que llega el minuto treinta y ocho... ¿Estará cargado? “Ale” Santana encara desde la derecha al centro, ve la mano levantada de su centro delantero y, con la pierna inhábil, mete un pase propio de los zurdos más exquisitos. Nicolás Colombini, que ha tenido, en los ciento ochenta minutos anteriores, las situaciones más claras para evitar este partido sin poderlas aprovechar, unos años atrás hubiese metido a Gizzi con pelota y todo adentro del arco… Hoy apenas alcanza a desviarla lo suficiente -y es muchísimo- como para engañar al arquero. El primer reflejo es perseguir la pelota y traspasar la red con su cuerpo, pero gira hacia su derecha y corre paralelo al alambrado para ofrendarle el gol a toda su gente.
El día soñado parece que ha llegado, pero un minuto después Compañía se queda con un hombre menos y habrá que redoblar esfuerzos por casi una hora. Los minutos se hacen eternos, y más a partir de los cincuenta y seis, cuando Nicolás los empieza a sufrir desde el banco.
El árbitro cordobés, Matías Leguizamón, que con sus fallos podría haber aliviado la angustia, pita por última vez y Nicolás siente cómo sus rodillas vuelven a ser tan potentes como el resto de su cuerpo. Aunque no lo admita, o no lo sienta así, el enorme peso que ha cargado sobre sus espaldas durante dos décadas ha desaparecido.
Corre como un niño que pisa por primera vez una cancha para abrazarse con todos sus compañeros y saludar a cada hincha… Esa sonrisa que tantas veces tuvo que ocultar le invade cada gesto.
Él, que supo de tantos sinsabores, que soportó cinco operaciones de rodilla y una inguinal, que hizo tantos goles en partidos decisivos que no valieron más que para la estadística, que dio vueltas olímpicas donde otros fueron los protagonistas principales… Él, a los treinta y seis años, con sus ciento ochenta y cinco centímetros de estatura y sus noventa y dos kilogramos de músculos; él, que es el máximo símbolo de su club por goles y presencias, por nobleza, fidelidad y entrega… Él, quizá como ningún otro en la historia de este deporte, se merecía saborear las mieles del éxito. Él, Nicolás Sebastián Colombini, definitivamente, será Gigante.
-¿Cuántas veces soñaste una tarde así?
-“La verdad… Me la empecé a imaginar cuando me operé la rodilla en 2022. Quería operarme las veces que hiciera falta hasta quedar bien. Sabía que en algún momento se me iba a dar esto. Me perdí la final de los Cien años… Pero estaba convencido de qué en algún momento iba a llegar. Se lo dije a mis compañeros, mirándolos a los ojos, que lo quería lograr con ellos. En un momento había pensado no operarme y dejar el fútbol, pero veía cosas en ellos que no las había visto otras veces: En actitudes, en compromiso, en cómo se pusieron la camiseta, cómo absorbieron la presión de un club con tanta gente…”
-Y vos, ¿te sentís aliviado después de este partido?
-“No siento que me haya sacado una presión en esta final. Quizá sí, porque la gente de Compañía estaba muy ansiosa después de la postergación y de todo lo que se habló, pero yo he dado todo, hasta he jugado con la rodilla rota y no me he guardado nada.”
-En la vida diaria, ¿sos tan optimista?
-“Si bien soy optimista por naturaleza, el fútbol saca lo mejor de mí. Quizás otros hubiesen bajado los brazos… Me operé tres veces la rodilla derecha y dos la izquierda para seguir jugando.”
-Hoy, ¿en qué porcentaje te sentís del mejor Nicolás?
-“Hoy debo estar a un veinte por ciento de mi plenitud… He perdido velocidad, salto… Tengo movimientos limitados por las operaciones o por temor. Algunas cosas las hago con lentitud por miedo a lesionarme… Sé que si me vuelvo a romper puedo no caminar más. Para estar mejor tendría que ir al gimnasio dos veces por día y no podría trabajar. En los entrenamientos trato de hacer todo lo que hacen mis compañeros, pero a algunos ejercicios les esquivo.
Sé que va a llegar el momento en que voy a estorbar… Creo que me voy a dar cuenta, que lo voy a notar en mis compañeros… Hoy por hoy, son ellos los que me empujan, los que me piden que no afloje. Alguna vez he preferido ir al banco y ellos me han insistido para que juegue. Si falto a práctica me mandan mensajes para saber si estoy bien… Esas son las cosas que me llenan.”
-¿Cómo se armó este plantel comprometido, ganador…?
-“Estoy convencido de que es el fruto del trabajo que empezó “Fito” Stankevicius y que hubo dirigentes que apostaron a esa continuidad… “Pali” (Juan Palifermo), “Nico” Páez, el mismo “Toto” (Esteban Colombini)… Son chicos que crecieron sabiendo lo que es Compañía. Después se agregaron jugadores como (Brian) Geoghegan, Alan (González), Lucio (Domizi), el arquero (Gonzalo Tomich), Tadeo (Denoya)… que sumaron un montón. Son jugadores que entendieron dónde están y lo que generan, que se brindan al ciento por ciento en los entrenamientos.
También por el entendimiento que se produce cuando llevás un tiempo juntos: Con mirarnos ya sabemos lo que nos queremos decir, y una gran confianza, que se demostró cuando fuimos a Racing de Pergamino, a un partido que parecía complicado, sin público… Siempre digo: No le toquen el culo a Compañía, porque son peligrosos estos chicos.”
-De todos los compañeros que tuviste a lo largo de tu carrera, ¿con alguno en especial te hubiese gustado compartir este momento?
-“Me hubiese gustado jugar con Facundo Lupardo -fue con Nicolás a la prueba en Rosario Central y se quedó hasta ser arquero suplente de Primera-, mi gran amigo, con el que compartimos desde Infantiles. Hasta se operó la rodilla para venir, pero después cambió de idea. Me hubiera encantado compartir un momento como esta final con él.”
-¿Cuál creés que es tu mayor virtud futbolística?
-“Creo que lo que más me identificó fue la fuerza natural que tengo… Nunca necesité ir a un gimnasio. El salto también… Nunca hice otro deporte. Lo que sí, cuando “Fito” vio cómo saltaba, me hizo trabajar en eso con Martín “Pacha” Gracia, y ahí lo potencié mucho. Hoy podría saltar como antes, pero trato de evitarlo por miedo a otra lesión.”
-¿En algún momento sentiste la presión de ser un “Colombini”?
-“No. Desde un primer momento tuve la suerte de tener a un técnico como “Fito”, que sabía de dónde venía y me fue hablando para que no sienta esa presión y pueda ser el jugador que soy hoy. Si soy lo que soy es por “Fito”.
Él fue un adelantado, vio cosas del fútbol antes que nadie. Preparó a los chicos para primera… Por el trato, la forma de hablarnos… Para mí es un “animal” del fútbol.
Sigo hablando con él y preguntándole cosas… Siempre lo jodo con que me quiero retirar con él de técnico, pero lo veo muy difícil… Es más, mis hermanos quisieran ser dirigidos por él.”
-¿En tu casa se hablaba de fútbol, te metían presión…?
-“No. Mi viejo es muy bicho para eso y nunca me metió presión. Él tiene un montón de partidos importantes encima y sabe que sería contraproducente decirme algo. En eso le agradezco un montón. Lo único que me ha dicho es que, si en su época hubieran tenido un “9” como yo, la historia hubiese sido otra.
Mi abuelo Juan no era de ir a la cancha, prefería escuchar los partidos y después hablábamos de fútbol. Mi abuelo José era más de aconsejarme sobre lo que no tenía que hacer, más que nada afuera de la cancha… Quería que fuera un diez como persona… Como fue él.”
-¿Qué significa tener a “Toto” de compañero?
- “Toto” no deja de sorprenderme… En los partidos, en los entrenamientos… Es una locura. Hoy juego gracias a él… Si lo hubiese tenido doce años atrás, hubiera hecho el triple de los goles que hice.
Acelera y desacelera con una facilidad única… A veces se complica porque la gente le pide por demás, por llevar la “10”… Pero tiene una habilidad impresionante.
Sueño con jugar un torneo completo con mis dos hermanos, pero no sé si voy a llegar…”
Creo que no hace falta agregar nada más y, conociendo al personaje, el mejor final son los puntos suspensivos…
Fotos, estadísticas y reportaje: Carlos Abel Riggi
ALGUNOS QUE LO HAN DISFRUTADO Y QUE LO HAN SUFRIDO
NICOLÁS SEGÚN “FITO”
Rodolfo “Fito” Stankevicius, el técnico que lo llevó a Primera y uno que lo conoce como pocos: -“Lo vi crecer… Yo estaba como DT de Quinta, el jugaba en Sexta y no veía la hora de tenerlo. Lo hacían jugar en el medio y yo me lo imaginaba como “9”. Decía que iba a ser mí delantero.
Lo veía con tanta fuerza, que a los quince años decidí ponerlo en Primera. Era impresionante la diferencia que marcaba en las inferiores por su potencia. Crecía año a año, partido a partido.
Es una gran persona, humilde, que siempre le gustó entrenar, sacrificado, porque soportó dolores en las piernas desde joven, pero siempre quería jugar e igual marcaba diferencias. Hay muchos jugadores que han querido la camiseta de su club, pero el de “Nico” es un caso especial. Es el máximo referente del Club Compañía.
Siempre dije que podría haber jugado en el profesionalismo. Tiene todo: Fuerza, inteligencia… Porque no todos los jugadores con esa potencia son inteligentes. Un jugador de las dos áreas, porque defiende como pocos defensores.
Desde el “Negro” (José Luis) Carrizo para acá, fue el mejor jugador que vi. Quizá le faltó tener dos o tres jugadores de experiencia que lo aprovechen más… Hubiese sido más grande todavía.
Para mí tiene que estar siempre adentro de la cancha. Estuve en esta última final y me llamó la atención que saliera… Hasta le pregunté si había tenido algún problema… Yo lo sacaría solo si está quebrado. Es tanta la confianza que le tengo y lo que me ha dado que sería el último cambio que haría.
Me pone muy contento esto que ha logrado… Pienso que hoy es imposible que se retire. Parado adelante es importante. He hablado con defensores que lo han marcado y me han dicho que lo aguantan un tiempo, que después les duele todo.
Lo vi en una prueba en Velez… Nicolás no estaba bien físicamente porque ya había terminado el campeonato local. Lo marcaba el 2 de la Reserva y lo fue a chocar a “Nico”… Todavía me parece ver cómo rebotó. No lo quería marcar más. Nicolás tenía que seguir yendo, pero siempre prefirió el campo y Compañía.”
NICOLÁS SEGÚN CHAVERO
Héctor Chavero trabajó unos meses en las juveniles de Compañía y aún tiene vivo el recuerdo de hace doce años: -“Nicolás es el centro delantero ideal para cualquier equipo. Puede tirarse atrás para colaborar en la elaboración. Entre sus muchas condiciones, tiene la virtud de saber perfilarse muy bien para el remate final. Se aleja de la jugada para meter su diagonal imparable. Es uno de los mejores “9” que hay en el interior y podría jugar en cualquier equipo del profesionalismo. Además, es buena persona y excelente compañero de equipo.”
NICOLÁS SEGÚN CASTRO ZINI
Joaquín Castro Zini, ex-defensor de El Huracán de Rojas: -“Me pone contento que siga disfrutando en las canchas y así de vigente. Que siga metiéndole porque, cuando dejás, el cuerpo y la edad pasan factura. Como rivales nos hemos dado de lo lindo, pero siempre dentro de lo deportivo; luego, fuera de las canchas, un gran tipo del que siempre tengo los mejores recuerdos.
Un animal, muy difícil de marcar, y no quedaba otra que ir al choque y al choque… Duelos muy duros desde chiquitos, porque las categorías ’87, ’88 y ’89 de Compañía siempre fueron durísimas, y hemos protagonizado muchos duelos desde escuelita e inferiores.
Lo felicito por este presente y le mando un abrazo inmenso.”
NICOLÁS SEGÚN “FAVER”
Franco Favergiotti, actual capitán de Defensores y con amplia experiencia en torneos regionales es, sin dudas, quien más veces lo ha enfrentado: -“Con Nicolás tenemos casi la misma edad, ya que somos de la misma categoría, por lo que puedo decir que nos hemos enfrentado prácticamente toda la vida. Jugamos juntos en la Selección de Salto cuando éramos chicos, pero después, por razones obvias, siempre fuimos rivales.
Tengo mucho respeto, tanto por él como por su familia. Dentro de la cancha siempre fue muy duro tener que marcarlo. Es un jugador con una potencia tremenda, juega mucho con su fortaleza física que ha mantenido durante toda su carrera. Siempre te exige al límite desde lo físico. Diría que es el delantero más difícil que me ha tocado enfrentar en una cancha.”
NICOLÁS SEGÚN “ÑAQUI”
Ignacio Colombini, el segundo de los hermanos, tiene una extensa trayectoria en el fútbol profesional (Racing Club, Miramar Misiones -Uruguay-, Almagro, Quilmes, Almirante Brown, Atlanta, Sol de América -Paraguay - Defensor Sporting -Uruguay-, Atlanta, Almirante Brown, Audax Italiano -Chile-, Ferro Carril Oeste, Olimpia -Honduras- y, actualmente, Boca Unidos -Corrientes-, además de haber compartido tres etapas con su hermano mayor: -“Se me hace muy difícil describir con palabras todo lo que me ha hecho sentir, festejar y emocionar dentro de la cancha.
Es el jugador emblema de nuestro amado Compañía… Es de esos ídolos que querés que duren para siempre. Representa al hincha lagarto por esa fuerza de ir siempre para delante.
Me tocó verlo mucho de afuera y también compartir cancha con él… Ni en el fútbol profesional pude encontrar un jugador con esa potencia, esa garra y esa cabeza goleadora… Arrastrar rivales y saltar como si no fuera humano, jajaja. Una verdadera bestia.
A todo esto se le suma que siempre fue y es un señor dentro de la cancha y con sus compañeros. Y bueno, se ganó ese respeto que hoy le tienen todos en la zona y en el club (sus compañeros lo aman).
Es mi ídolo, y el de todos los lagartos, y no quisiera que se retire nunca. Lo voy a apoyar y volver loco para que ese día llegue lo más tarde posible. Ojalá pudiera ser nuestro “9” para siempre. Seríamos felices toda la vida los lagartos.
Como hermano… Se me ponen los ojos llorosos para escribir… Nos criamos a la par y somos demasiados unidos. Es mi gran amigo… Con el que siempre elijo compartir unos mates, un entretenimiento, un asado, una pesca, una salida o lo que sea. ¡Siempre quiero tenerlo a mi lado!
Estuvo siempre para apoyarme en todo y ha sido un ejemplo muy grande para mí por su responsabilidad y nobleza.
Siento que es un amor mutuo el que nos tenemos y es muy lindo poder lograr una relación así con tu hermano.
Aprovecho para que todos sepan que lo amo como jugador y como hermano y, como siempre le digo, es mi ídolo, después de mi viejo y junto con “Toto”. Es un orgullo enorme ser su hermano.
Este último título que logró me hizo llorar como un chico, porque sé que está en su etapa final y quiero que el fútbol le devuelva con títulos y alegrías todo el sacrificio y el amor que él le ha dedicado y le dedica. ¡Muchas gracias, goleador histórico de nuestro amado verde y blanco por defender los colores como nadie! “Cara de soja”, mi goleador eterno.”
NICOLÁS SEGÚN “TOTO”
Esteban Colombini, el hermano menor, su ladero actual y llamado a ser quien continue escribiendo nuevas páginas de gloria en el club de la familia: -“Nico”, para mí y para todos los hinchas, es un ídolo. Desde que terminó la campaña grande (seguramente se refiere a la del 93-94, con su padre como capitán) era difícil volver a tener ídolos de esa magnitud por lo que habían logrado, pero “Nico” nos dio, a mi parecer, lo mismo o quizá más que ellos… Nos hizo mantener la ilusión de salir campeones todos esos años que a Compañía le costaba traer jugadores y armar un plantel competitivo, mientras que Defensores traía dos jugadores por puesto. Nosotros íbamos a la cancha a ver los clásicos y sabíamos que estábamos en desventaja, pero lo teníamos a “Nico” que siempre les hacía goles -con el de esta final llegó a 21- entonces nos mantenía esa ilusión de que se podía emparejar porque, la verdad, era mucha la diferencia de planteles, pero se les hacía muy complicado marcarlo a él. Es más, no sé la cantidad de centrales que trajeron que no lo podían marcar… Arrastraba dos o tres tipos… Era una locura.
Lo vinieron a buscar de todos lados y él se quedaba a pelearla acá, en el club, sin ganar un mango, solo por la camiseta. Esa demostración de amor por el club, que nos enseñó a varios de nosotros, y el amor propio que tuvo para volver a las canchas después de muchas lesiones, y de la edad, sabiendo que no es fácil recuperarse de la rodilla tantas veces en poco tiempo… Es admirable, y por eso lo queremos tanto.
Para mí, compartir este campeonato con él, es hermoso… Diría que, si estuviera “Ñaki” en cancha, sería lo máximo, pero me lo guardo para cuando estemos los tres, jaja.
Si alguien se merecía esto, era él, por la entrega que tiene, que nos hace correr el doble viéndolo dejar todo. Además, como delantero, es muy fácil jugar al lado de él, porque se lleva dos jugadores y te simplifica mucho las cosas. Hay que disfrutarlo, porque va a ser muy difícil que veamos un “9” como él.
Después, lo de la final, era algo que estaba escrito: Por todo lo que dije, se merecía que ganemos con un gol suyo esa final tan importante.
No hay palabras para agradecerle… Ojalá siga jugando hasta que no pueda caminar más: Es nuestro goleador eterno y emblema.”